«La verdad es que Batman no consiste en saber quién eres«

Damos fin a la miniserie de ECC de la que se han servido Scott Snyder y Jock para introducir al Batman que Ríe en la continuidad del universo DC después de volvernos locos en el crossover donde nació el personaje: Noches Oscuras: Metal. Termina la historia con la ya clásica batalla entre el villano y nuestro Batman (aunque de éste último quede más bien poco) y con una nueva reflexión por parte del veterano guionista sobre qué es lo que hace del Hombre Murciélago un personaje tan espectacular y magnético. Lo convierte en esta ocasión en un enfrentamiento entre lo que somos, lo que estamos llamados a ser y aquello en lo que queremos convertirnos. Snyder reniega del destino y nos entrega a los humanos las llaves de nuestro propio futuro al contarnos como Batman, al margen de las esperanzas que depositen en él sus aliados y sus enemigos, se ha construido siempre a sí mismo, en base a sus propios deseos y aspiraciones.

Esta es la base del héroe moderno y por eso Batman se ha adaptado tan bien a nuestros tiempos. En la sociedad en la que vivimos necesitamos saber que nos queda algo de libre albedrío, que si nos esforzamos lo suficiente podremos superar nuestra falta de poderes (como el poder que otorgan el dinero o la familia) y lograr el ansiado reconocimiento social. Muchos dirán que el poder de Batman es ser super-rico, pero lo cierto es que no es eso lo que nos hace seguir leyendo sus historias, sino el hecho de que, pase lo que pase, vuelve a levantarse y sigue avanzando. Y eso es lo que queremos nosotros para nuestras vidas. Justo esa perseverancia y esa fortaleza.

«Quizás seas el peor Batman… pero se te dará genial ser yo«

Pero ante un héroe moderno hace falta construir villanos modernos y es por ello que el Batman que Ríe ha triunfado tanto como para aparecer por aquí, en la Liga de la Justicia o en la futura Batman/Superman. Los villanos modernos una vez fueron héroes, pero se dejaron llevar por ‘el lado oscuro’ y ahora son una versión de pesadilla de los personajes que fueron en su día. Lo terrorífico del Batman que Ríe, aparte de su aspecto, es su filosofía, que parte de las cosas con las que no tenemos más remedio que estar de acuerdo tanto del Caballero Oscuro como del Joker para pervertirlas y presentárnoslas contaminadas. Es una versión del personaje que acabó desquiciada (del mismo modo que otra de las sensaciones de 2019: el Motorista Fantasmá Cósmico de Marvel), que cayó y no supo o no pudo levantarse. Representa el miedo que nos atenaza y contra el que luchamos cuando tratamos de emular a nuestros héroes.

El Batman que Ríe #8

Y representa, además, el placer que obtenemos al ver caer a nuestros héroes en la desgracia. Vivimos un momento en el tiempo en el que grandes estrellas, mitos modernos que contaron con nuestra admiración, caen presos de sus propios vicios secretos. A todas horas nos llegan historias del escándalo sexual de un actor, del dopaje de un deportista o de la caída en la locura de tal o cual estrella del pop. No discutiré aquí la certeza de muchos de ellos o la calidad del periodismo del que salen muchas de estas historias, pero lo cierto es que nos llegan porque, en el fondo, deseamos oírlas. Queremos ver a nuestros héroes caer tan bajo que podamos mirarlos desde arriba. Es la opción fácil a la de caer cien veces y levantarse ciento una. Pero eso no es ser un héroe moderno. Eso no es ser Batman.