Litchi Hikari Club

Litchi Hikari Club: El señor de los lichis

La de Litchi Hikari Club es una propuesta extraña, ajena a los tiempos, aunque perturbadoramente actual, visto el devenir social y político -no solo en España. Adaptando una obra teatral de principios de los años 80, Usamaru Furuya (conocido, por ejemplo, por adaptar también al manga la película El club del suicidio), propone un relato enmarcado en el seinen, pero que coquetea sin pudor con los excesos del ero-guro, acerca de un grupo de estudiantes presas de una espiral de muertes y traiciones derivadas de una obsesiva búsqueda del ideal de belleza.

 

«¡¡Hay que transformarla en una máquina!!«

 

Conflictiva en su herencia, con unos escenarios y miradas que evoca al expresionismo alemán y unos personajes que parecen seguidores del ideario nacionalsocialista, la obra publicada por ECC Ediciones es un collage de influencias supeditadas a la violencia irracional de sus personajes. Tan evidentes y dispares como El señor de las moscas, Metrópolis o La bella y la bestia, las piezas que forman el corazón de Litchi Hikari Club hacen de esta, en cierta manera, una lectura de carácter inclasificable. Coge de aquí y de allá, pero -presumiblemente por su naturaleza teatral- parece más preocupada por la forma que por el fondo.

 

Litchi Hikari Club

 

El manga colecciona y regurgita temas y conceptos con la misma rapidez que va liquidando a sus desdichados protagonistas. Al final solo permanece Zera, su hitleriano protagonista, y su visceral e irracional conspiranoia que arrastra a todo el mundo consigo. En este sentido podemos entender Litchi Hikari Club como un particular descenso a los infiernos, pero realmente el personaje principal ya habitaba en él y el desarrollo de la trama solo evidencia la futilidad de los personajes y sus aspiraciones prácticamente carentes de exploración. La obra de Furuya se regodea en la provocación de las imágenes y las pulsiones destructivas de sus personajes, pero sin profundizar en ningún aspecto.

 

Parte de la gracia de las obras de autores como Shintaro Kago o Suehiro Maruo, dos de los mayores exponentes del ero-guro (al menos los más mediáticos en occidente), es que detrás de la provocación había un ánimo crítico o reflexivo, sus lecturas dejaban un poso. La de Litchi Hikari Club es una efectista anécdota con más fama de la que merecería por su particular origen y su violencia sinsentido, casi catártica, pero no subyace ninguna dirección más allá de la mera provocación.

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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