¡Vamos al Karaoke!

¡Vamos al Karaoke!: El terror

¡Vamos al Karaoke!«Todos practicamos a escondidas como si nos fuera la vida«

 

No tengo muy claro cómo categorizar lo que acabo de leer. Tiene un poso de yaoi (manga japonés sobre relaciones entre varones) que no se puede negar, una parte de humor absurdo que puede provocar alguna sonrisa, una parte de slice of life (algo así como instantáneas de la vida cotidiana) que me llama un poco la atención y un trasfondo siniestro y macabro que no termino de digerir del todo. Así es ¡Vamos al Karaoke!, una obra autoconclusiva de Yama Wayama que ECC pone a la venta aprovechando el tirón de la serie Hoshi en un Mundo de Chicas de la misma editorial. Por lo que voy viendo e investigando, este cómic es una perfecta puerta de entrada al universo creativo de esta mangaka, cuyo humor y estilo de dibujo se mantienen fieles entre sus diferentes obras.

 

En resumen ¡Vamos al Karaoke! va de un adolescente que canta en la coral de su instituto al que un buen día secuestra un yakuza para que le dé clases de canto. Tal cual. Si el chaval tiene unos quince años, su nuevo ‘amigo’ rondará los cuarenta. Esto que quede claro. Las motivaciones de nuestro mafioso son loquísimas, como lo es también el hecho de que Satomi, el chaval, no decida denunciar al señor que le ha (repito) secuestrado y, todo hay que decirlo, invitado a pollo. Las siguientes casi setenta páginas son una sucesión de escenas en las que Satomi lo pasa muy, pero que muy, mal y está aterrado al lado de su impensable alumno. Luego la cosa cambia, pasa algo y nuestro protagonista decide echarle narices a la vida, jugársela de verdad e ir al karaoke… Y entonces la historia se termina, tenemos una escena final que nos confirma que sí, Kyôji (el yakuza) estaba coladito por un adolescente y otro epílogo que nos lleva al pasado para mostrarnos cómo acabó este personaje en la mafia. Y uno se queda con cuerpo jota y con cara de no haber entendido demasiado…

 

«No había vuelto a venir ni una sola vez«

 

Y es que más allá del tema mafia, dedos en guanteras y cocainómanos atropellados, ¡Vamos al Karaoke! muestra una relación muy poco sana entre dos personas (da igual el sexo) en la que una está en una clara situación de poder frente a la otra, que se pasa la mitad del cómic al borde de la taquicardia. Existe una cierta fascinación en Japón por esta clase de historias que no sé si atribuir a lo restrictiva que es su sociedad, pero que lejos de interesarme, me provoca un profundo rechazo. Me paso la mitad del tiempo que he empleado leyendo este cómic apiadándome de un chaval que está atrapado en una habitación con un asesino que lo utiliza para evitar ser tatuado y, lo siento mucho, pero no creo que esto sea el comienzo de nada bonito entre ambos. Ninguna relación entre dos personas debería comenzar con terror de una hacia la otra.

 

¡Vamos al Karaoke!

¡Vamos al Karaoke!

 

Entiendo que pueda tener su público, pero a un servidor no puede gustarle menos una historia como la que leemos en ¡Vamos al Karaoke! Cuando casi la mitad del tiempo te esperas ver a uno de los personajes muerto y desmembrado te cuesta entrar en el juego pseudorromántico y/o amistoso de la trama. Tampoco ayuda que de la impresión de que ninguno de los personajes haya dormido en el último lustro. Una historia que procuraré olvidar.

Acerca de RJ Prous

Avatar de RJ Prous

En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

Deja un comentario:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *