Luciano Saracino: «La tecnología puede crear adultos que aún jueguen y se emocionen como chicos»

Las Aventuras de Fede y Tomate
Entrevistamos al guionista de Las Aventuras de Fede y Tomate, que este mes publica Dibbuks.

Con más de sesenta libros a sus espaldas y guiones para todas las plataformas y todos los públicos, Luciano Saracino (Buenos Aires, 1978) publica ahora en España y a través de Dibbuks Las Aventuras de Fede y Tomate. De corte infantil, este cómic nos habla de las peripecias de un chaval, su gato y un sinfín de personajes que cautivan desde la primera página.

Lucho ha accedido amablemente a contestar a nuestras preguntas.

Las Aventuras de Fede y Tomate

Pregunta: En sus cómics, Fede desafía toda lógica para adentrarse en el terreno de la fantasía propia de una mente infantil. ¿Cree usted que se potencia hoy en día de manera suficiente la imaginación de los chavales en los ambientes que frecuentan (escuela, familia, televisión…)?
Respuesta:
Es una pregunta verdaderamente muy difícil de responder porque seguramente todo está lleno de matices y de situaciones diversas. Creo, sí, que la imaginación de un niño es muy difícil de aplacar y que, aún en los contextos más complejos, ella aflora. Pensemos que llevamos siglos de intentar amoldar esa maravilla que tienen los chicos dentro y que, de algún modo u otro, fracasamos con mayor o menor éxito.

Así como hay familias y familias, también tengo que decir que hay televisión y televisión. Y estoy seguro que hay un montón de docentes desperdigados por el mundo que juegan a favor de la imaginación de los pibes. A eso apelamos con estas historias: a contar aventuras donde todo pueda pasar porque, justamente, en la mente de los pibes todo sucede. Todo puede ser. Todo es.

P: ¿Cuáles diría que son sus referentes a la hora de construir los personajes de Fede y Tomate?
R:
Sin dudas, mi propia infancia. Yo era, sin que me tiemble el pulso al decirlo, un Fede. Me la pasaba absolutamente todo el día tramando historias y siempre andaba enamorado de alguna Florencia a la que me daba terror cruzarme. Me la pasaba inventando aventuras que llevaba -o no- a cabo con mis hermanos o con amigos del barrio. Fui, posiblemente, de la última generación de «pibes callejeros» de mi ciudad. Bicicleta, fútbol, casas abandonadas, rodillas rotas y jugar afuera hasta que la tarde se volvía noche.

Respecto de mis lecturas, en Argentina por aquellos años llegaba muchísima historieta española y francoblega para chicos (el Fuera Borda, las de Bruguera, etc), por lo que no es difícil decirte que ahí está mi gen más profundo como autor. En Fede y Tomate pasa algo todo el tiempo. No hay una sola página donde la historia se detenga. Y eso, sin dudas, está buscado. Quise remitir a aquellas lecturas de mi infancia donde todo era adrenalina, diversión e imaginación disparatada.

P: En sus viñetas abunda el humor por malentendidos y el de slapstick. Más allá del entretenimiento puro, ¿con qué le gustaría que se quedasen los pequeños lectores de sus cómics?
R:
Con que todo puede ser modificado si lo pasamos por el prisma de la imaginación. Fijate que Fede, a pesar de las cosas que le pasan, no pierde nunca su tono severo de niño que está viviendo una aventura «en serio». Eso me encanta de estas historias. Fede se toma en serio lo que le sucede porque la infancia es algo que los chicos se toman en serio.

Naturalmente que lo que más me interesa en estos libros es que el lector se divierta. Pero el proceso imaginativo que atraviesan sus protagonistas para resolver cada «caso» es algo que disfruto plenamente escribir.

P: El proceso de producción de un cómic hoy en día pasa cada vez más por el entorno digital y virtual, hasta el punto de que algunos autores ya no llegan a pasar por los lápices, sino que se dibujan, entintan y colorean a través de editores específicos. ¿Hasta qué punto es este el caso de Fede y Tomate? ¿Existen, a su entender, partes del proceso creativo que no pueden o deben partir del formato digital?
R:
La primer idea, siempre, la escribo a mano. Me tomo el tiempo para pensar el recorrido que van a atravesar los personajes en cada libro. Y eso es algo absolutamente artesanal. Por más tecnología que llegue para facilitar el asunto, la idea seguirá siendo algo interno. No hay tecnología en esa maravilla que es la «aparición de la historia». Luego, la escribo. Aquello es un proceso más o menos veloz. Poner en ordenador las ideas que fui escribiendo en un cuadernito.

Gerardo Baró primero hace un plantado a lápiz de todas las páginas y luego, si, colorea utilizando el ordenador. Es un verdadero genio del color, Gerardo. Cada libro tiene una personalidad propia. Cada libro está «dominado» por una paleta que tiene que ver con lo que está sucediendo. Es, sin dudas, uno de los artistas más completos con los que he trabajado.

Las Aventuras de Fede y Tomate

P: Siguiendo con el tema de lo digital y lo artesano, pero trasladándonos a la animación, actualmente la dependencia (tanto en series como en películas) de las nuevas tecnologías ha desbancado prácticamente al trabajo artístico que tenían producciones más antiguas (comparemos, por ejemplo, los fondos que utilizaba Patoaventuras con los que se usan para Phineas y Ferb, ambas de Disney). Estos nuevos procedimientos (que, entre otras cosas, abaratan la producción), ¿considera usted que han ido a favor o en contra del niño que ve los dibujos animados?
R:
Justamente, el otro día estaba viendo Frozen, con mi hija. Y, verdaderamente, uno no puede decir que la tecnología no haya ido a favor de estos productos (que, más allá de lo que tenga uno para decir desde lo ideológico, son perfectos). Pero en mi país aún se realiza mucha animación «por corte», que si bien tiene a la tecnología como soporte, mantiene aún mucho de lo artesanal que la hace diferente.

Pensemos que en el mundo en que vivimos la tecnología juega un papel preponderante en cada ámbito. Y la infancia no es un lugar en el que aquello no suceda. Los chicos juegan a las consolas. Miran películas en 3D. Tienen sus tabletas… No creo que sea eso lo que los haga sujetos menos imaginativos. Por el contrario, creo que bien utilizada la tecnología puede crear adultos que aún jueguen y se emocionen como chicos. Y eso, antes, no sucedía.

P: Siguiendo con la animación pasada y presente, ¿en qué aspectos han mejorado y en cuáles, según su opinión, se han visto deteriorados los guiones de las series y las películas de animación con el paso de los años?
R:
Creo que, al avanzar la tecnología y al poder contarse historias en donde todo puede ser posible, los guiones han pasado más sobre la acción que sobre la trama. Pero esta pasa también en el cine tradicional y, en alguna medida, en las historietas.

Aún no sé (no me he sentado a pensar) si eso es bueno o no. Pero sí puedo decirte que desde los guiones se intentan películas (e historietas) que tengan al público sentado al borde de su butaca y que no deje de lado a ese sujeto que hasta aquí había sido niguneado por completo: los padres.

El otro día volví a llorar con Toy Story 3. Y no creo que mi padre haya llorado conmigo en el cine… ni siquiera con la muerte de la madre de Bambi!

Las Aventuras de Fede y Tomate

P: Su propio cómic abunda en muchos de los recursos frecuentes de las series de animación. ¿Se ha fijado den ellas a la hora de dar vida a Fede y Tomate? ¿Ambiciona su serie a llegar en un futuro a la pequeña pantalla?
R:
Si, me he fijado y lo he tenido en cuenta. Llevo escritos más de un centenar de capítulos de dibujos animados, y tengo el pulso de estas historias metido en la sangre. Es por eso que, cuando escribo historietas para chicos, quizás tenga en mente algunos «gajes» del oficio de guionista de animación.

Y, sí, con Gerardo tenemos pensado llevar a la pantalla, alguna vez, nuestras aventuras de Fede y Tomate. Pero son otros tiempos. Bastante estamos tomándonos para hacer el tercer libro… ¡Imagínate una serie de televisión o una película para el cine!

P: A la hora de coordinarse con Gerardo Baró, ¿trabajan juntos o él ilustra en base a sus guiones?
R:
Con Gerardo somos amigos. Pero amigos de esos cercanos. Nos juntamos muy seguido. Atravesamos las noches como quien atraviesa una aventura. Sin embargo, no solemos hablar de trabajo, cuando nos vemos (parece raro, no? Pero hacer libros es un trabajo). A veces, él me pincha para que escriba más rápidamente el libro tres. Pero no pasamos de eso (y algunas cargadas que nos hacemos y que quedan en el ámbito de lo privado).

El primer libro lo escribí a solas. En él tenía que conocer a los personajes. Ver cómo podían reaccionar ante los obstáculos que le ponía delante. Pero luego Gerardo me dice «quiero dibujar extraterrestres» y yo le escribo una aventura con extraterrestres. Cuando le mando el guión, por otro lado, el lo reinterpreta y lo acomoda para que la narrativa no pierda vértigo. Quita viñetas, añade miradas. Les dije ya que es un genio.

P: Dibbuks acaba de publicar los dos primeros números de las aventuras de Fede y Tomate. Tras el circo y el cine, ¿qué aventuras tiene en mente para los dos protagonistas?
R:
Lo bueno de Fede y Tomate (y Florencia, porque en realidad el equipo consta de tres integrantes –aunque ella no lo sepa–) es que podemos hacer historias con lo que queramos. Es un universo absolutamente vivo. En el tercer libro todo sucederá dentro de la galera de un mago. Pero luego podemos hacer historias policiales dentro del ámbito escolar. O llevar a los personajes de vacaciones y ponerlos en contacto con piratas… lo que puedas imaginarte, a ellos ya se les ocurrió antes. De eso se trata la infancia de estos personajes: imaginar y llevar la aventura hasta la última consecuencia.

P: En su haber cuenta con historias tan serias y adultas como Ometepe o Corina y el Pistolero, y relatos más dirigidos al público infantil como el título que da pie a esta entrevista o ¿Acaso los Fantasmas no Juegan A las Escondidas?, ¿cómo se las apaña para variar el tono del discurso? ¿Qué es lo que más le atrae de dirigirse al público de menor edad?
R:
Lo más importante es, justamente, lo que decís: el tono. La historia es una instancia que sobrevuela. Cómo la contamos será lo que la baje a tal o cual público. El primer libro de Las Aventuras de Fede y Tomate, por ejemplo, comenzó siendo una historia para adultos, súper oscura. Pero cuando la leí me di cuenta que la volvía un cuento para niños ganaría muchísimo en acción. Y lo reescribí.

Creo que lo esencial, a la hora de sentarse a escribir para chicos, es justamente tratar al chico como lo que es. Un sujeto. No es una franja de mercado a la que venderle libros. Ni un adulto en proceso de elaboración. Es un niño. Y si uno, al escribir, tiene bien claro qué cosas eran las que nos llegaban a nosotros cuando estábamos allí, el camino está casi recorrido.

Escribir para chicos es algo serio. Y una maravilla, a la vez.

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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