Mazinger Z

Mazinger Z #1: Reivindicación robótica

Mazinger ZEl de Go Nagai es un caso peculiar. Padre de los mechas y las magical girls, su nombre e influencia son desconocidos entre los círculos ajenos al manga. Su mayor éxito, Mazinger Z, es idolatrado por toda una generación aún sin saber que es un anime que proviene de su obra. Y su mejor trabajo -esto lo podemos discutir-, Devilman, aún contando con adaptación animada (en Netflix), nunca llegó a trascender y superar la consideración de obra de culto. La publicación de Mazinger Z por parte de Norma Editorial en formato integral, si bien no va a cambiar las cosas, sí que reivindica el legado de un autor capital para entender la historia del manga.

 

«Empiezo a entender a qué se refería el abuelo… ¡esto no es un mero robot!«

 

Publicado originalmente en 1972, Mazinger Z ha pasado a la historia por ser la obra fundacional del género mecha, relatos de ciencia ficción que siguen las aventuras de héroes que pilotan robots o vehículos gigantes. Desde los Power Rangers a Paicific Rim o Neon Genesis Evangelion, el padre de todos es Mazinger Z y Kōji Kabuto, su joven piloto y protagonista de la historia. Ya solo por el valor histórico del manga, Mazinger Z es de lectura recomendada para cualquier amante del noveno arte.

 

Pero una de las claves del manga, así como de la obra de Go Nagai en general, es lo bien que ha envejecido con los años. No hablamos tanto de enfoque de los temas o de actitudes y situaciones reflejadas en sus páginas (para ejemplo están los textos de disculpa que Planeta Cómic añade en todas las obras de Osamu Tezuka), que muchas serían inconcebibles a día de hoy; sino que hablamos del enorme dinamismo de la narración. A veces cogemos un cómic Marvel de los años 60 o 70 y tanto texto descriptivo y bocadillo de diálogo redundante tiende a ralentizar excesivamente el ritmo y que la lectura se pueda hacer pesada. Tezuka también peca en alguna de sus obras de una narrativa poco ágil.

 

Bien es cierto que los relatos de Nagai no suelen ser muy elaborados. No hay una complejidad temática subyacente a la trama principal y esta rara vez se anda por las ramas, pero eso no los hace menos interesantes. En el caso concreto de Mazinger Z esto es así porque el autor nos plantea un dilema moral, tanto a nosotros como a su protagonista. Kōji «hereda» a Mazinger Z, el robot más poderoso del mundo, un arma capaz de destruirlo todo o ser un símbolo de heroísmo y esperanza. El dilema básico de cualquier historia de gente corriente que adquiere capacidades sobrehumanas. Básico, pero tremendamente efectivo porque apela a cualquiera de nosotros y nos emplaza a imaginar qué haríamos en el lugar del personaje de turno.

 

Nagai plantea la pregunta y muestra las dos posibles opciones: el poder destructivo del mecha y su valor diferencial para proteger a la humanidad ante cualquier peligro. Como es de esperar, la aparición de una terrible amenaza lleva a Kôji a no pensárselo dos veces y a tomar la determinación de luchar por el bien. Pero la pregunta ya está ahí y con Mazinger Z y Kôji de una parte y el Doctor Infierno de otra, las posturas van a enfrentarse a lo largo de toda la obra.

 

Nagai añade también un toque mitológico (que a ojos de quien escribe siempre es un plus) definiendo el origen de los robots y autómatas del villano en la civilización micénica (anterior a la Grecia clásica). Es decir, lejos de buscar explicaciones o justificaciones más allá de las estrellas, el mangaka acude a la Antigüedad, dándole un toque mítico y de leyenda al contexto de una historia eminentemente fantástica y tecnológica.

 

En general, Mazinger Z se presenta como una lectura muy divertida -la perspectiva que dan las décadas pasadas causa ese efecto-, pero también dramática y emocionante (abundan las escenas de acción y los personajes, sobre todo los villanos, son muy carismáticos). Go Nagai no escatima tampoco en mostrarse cruento o perverso cuando lo considera oportuno (tanto como para que en su momento fuera presa de la censura en la España en blanco y negro), dando lugar a ese equilibrio tan particular de sus obras entre el drama y la aventura, los descargos de comicidad absurda y la violencia.

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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