Terrence Malick no suele dejar indiferente a nadie. Sus obras, más cercanas a la obra de arte que al producto comercial, coinciden en propiciar interesantes debates y sobre todo en arrastrar al espectador hacia la introspección. El Árbol de la Vida no es menos, aunque la vena biográfica del film impide alcanzar esa universalidad que quizá estaba buscando su autor.
Si este film en concreto ha resultado controvertido por algo, ha sido por lo curioso que resulta encontrar en él imágenes de la creación del universo y de los primeros pobladores no humanos de la tierra junto a la historia de de un niño al que vemos nacer y crecer ante la autoritaria mirada de su padre durante los años cincuenta. Malick relativiza su historia principal usando de fondo el big bang y así planteando la insignificancia del ser humano ante tamaña creación. Aún así, el también filósofo se responde así mismo dándole a su protagonista la importancia que le brinda esa subjetividad con la que encaramos nuestro devenir por este viejo planeta cada día.
Destaca el tratamiento visual tanto de la narración más convencional, como de los pasajes menos accesibles. Si la historia del protagonista adecua una cámara casi siempre al hombro al estado de ánimo y circunstancias de los personajes, el universo ha sido tratado con artesanal reverencia. Douglas Trumbull vuelve a ponerse su bata de científico loco para lograr mediante macrofotografía los más inusitados paisajes espaciales. El uso del CGI se ha relegado a la recreación de las bestias prehistóricas que no destacan por un acabado de última generación.
A la hora de contarnos esa historia tan personal, el autor hace uso y abuso de la yuxtaposición de ideas, logrando hacer una representación en pantalla de los mecanismos de la memoria. La mezcla de texturas emocionales logran transmitir al espectador la sensación de estar viajando al pasado junto al protagonista mientras recuerda esa cadena de acontecimientos que hicieron de él, el hombre que es hoy.
El casting es más que correcto, pero puesto a destacar a alguno de los actores elijo sin dudarlo a Jessica Chastain, la madre del joven protagonista de la historia, que logra transmitir un gran abanico de emociones sin apenas contar con líneas de diálogo. En un caso similar se encuentra Sean Penn, al que realmente encontramos perdido en el film y que como sabemos por declaraciones recientes, continúa sin saber qué pintaba él en todo esto.
El Árbol de la Vida es una película muy válida pero no es imprescindible. Su valentía y arrojo en lo formal se pierde por lo poco novedoso de una historia que ya hemos visto y disfrutado en más de una ocasión.
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