Quien más y quien menos en algún momento dado ha sido un Walter Mitty, un tipo empanado que se pasa el día entre ensoñaciones sin hacer nada con su vida. Hay quienes no hacen nada por remediarlo y ha acabado convertido en un ser asqueado de todo y lleno de frustraciones; y hay quienes han cogido al toro por los cuernos y se han atrevido a dar un paso al frente para lograr sus propósitos. Esto último es lo que hace el protagonista de La vida secreta de Walter Mitty, una comedia de aventuras vitalista que se define a sí misma como una feel good movie en toda regla.
Basándose en un escrito de James Thurber, Steve Conrad construye un guión que da alas a Ben Stiller para hacer prácticamente lo que se le antoje. Lejos de achantarse, el cineasta coge el material y lo utiliza para crecer y madurar como director. Siguen muy presentes temas que han marcado toda su trayectoria tras las cámaras como la amistad o la aceptación, pero ha dejado aparcado (al menos en un una gran parte) el humor (en apariencia) más descerebrado de títulos como Zoolander (que continúa siendo su mejor trabajo) o Tropic Thunder, en favor de una comedia más cercana al indie. La mezcolanza que se forma resulta de lo más atractiva. Stiller no evita los guiños al humor que le ha hecho popular, pero imprime un tono y una forma a la película capaces de engatusar a sus más fervientes detractores.
La vida secreta de Walter Mitty es quizás su propuesta más adulta hasta la fecha. Emotiva, agridulce, imaginativa… la cinta invita al espectador a hacer como su protagonista: levantarse y atreverse a vivir. Y en los tiempos que vivimos puede que este sea un de sus mayores valores, el optimismo que destila a pesar de las adversidades, también muy en la línea de otros trabajos anteriores. En algún momento peca de cierta ingenuidad y en otros de un excesivo desfase, pero son aspectos que no dejan de formar parte de la marca del autor. Es cierto que más o menos a mitad de metraje (cuando la acción se traslada a Islandia) que el ritmo decae un poco, algunas escenas resultan reiterativas en su discurso y se alargan más de lo necesario, pero en términos generales el viaje que nos propone La vida secreta de Walter Mitty es para disfrutarlo y dejarse llevar.
La película no pierde la ocasión tampoco de adornar el viaje de autodescubrimiento del protagonista con una historia de amor (con una solventísima Kristen Wiig) y un apunte crítico hacia la deshumanización de las grandes empresas y la pérdida de identidad de los medios de comunicación, cada vez más interesados en los números y menos en su función social.
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