Tras el traspiés inesperado que supuso Alicia en el país de las Maravillas (2010), la alocada, estrambótica y falta de sentido revisión de Burton hacia el inmortal cuento de Lewis Carroll, muchos (incluido un servidor) pensaron que al genio turbado se le había acabado la magia. Nada más lejos. Vuelve por la puerta grande con una historia hecha a su medida, ideada para televisión décadas atrás, acompañado de su eterno fetiche, Johnny Depp.
Sombras tenebrosas recuerda a todo lo que ha hecho (bien) durante su carrera. Podría considerarse como una mezcolanza de sus grandes obras maestras, desde Eduardo Manostijeras (1990) hasta la infravalorada Sleepy Hollow (1999). De hecho, teniendo en cuenta que los tres títulos comparten protagonista, puesta en escena y todo el equipo que suele acompañar al señor Burton en sus propuestas, podría decirse que se ha autohomenajeado recordando ambos filmes y llevando a cabo uno nuevo.
El prólogo de la película resulta abrumador siendo, probablemente, los mejores veinte minutos de cine que ha rodado desde Big Fish (2003). La presentación adecuadísima de los personajes junto con la voz de Depp, que parece creada para narrar, es una promesa de que lo que verás a continuación merece la pena. El universo burtoniano elevado a la máxima potencia: oscurantismo pop, terror infantil, gótico para todos los públicos y una conexión entre la música de Danny Elfman y el ritmo de la historia que deja a la vista la perfecta sincronía entre ambos profesionales.
Por supuesto, es un más de lo mismo, pero tan bueno y tan identificable que no resulta pesado. Cuando un director crea un cine tan personal (y puede ser considerado autor pese a la comercialidad) es inherente al acto de pagar la entrada para ver su película que uno se encontrará con guiños, tributos, copias, plagios o como se quiera llamar, pero disfrutables todos ellos más allá de la sensación de dejá vu.
El avance de la película que se ha podido ver durante meses para abrir boca es un engaño a gran escala. Aglutina todo lo que le sobra a la película: las escenas más sonrojantes, innecesarias y horteras de las casi dos horas de metraje es aquello que los responsables de marketing han decidido que debían usar para vender el producto. Llevará a gente al cine, qué duda cabe, pero ese otro público ávido de Batmans, Pingüinos y Catwomans (escéptico tras el baile de Johnny Depp en Wonderland) sentirá cómo se reaviva su odio y su vergüenza ajena. No hagan caso a ese recuerdo, acudan a ver la cinta.
Johnny Depp sigue en su empeño de hacer de la versatilidad una rutina. Encasillarse en papeles bizarros no es tarea fácil, aunque parezca simple gracias a ser caracterizado de mil maneras distintas (que irremediablemente empiezan a parecerse demasiado entre sí). Pese a que su Jack Sparrow le brindó una nominación al oscar más por su trayectoria que por el papel, también le ha costado que cada gesto que hagan sus manos o sus ojos inmediatamente traigan a la memoria al pirata del Caribe.
El resto del reparto está a las órdenes del capitán Sparrow (cuya máxima parece ser: «tranquilos, tengo que brillar yo») siendo la única que se atreve a rebelarse Eva Green. Está tan cómoda dentro de su papel como lo estaba Anjelica Huston en su Morticia. Michelle Pfeiffer por su parte sigue siendo una de las actrices más bellas del planeta, pero alguien debería advertirle que mover algún músculo de la cara todavía no está prohibido. Chloë Grace Moretz y Johnny Lee Miller así como Helena Bonham Carter (que ese mismo alguien comunique al director que no está obligado a meterla en todas partes, a su mujer, se entiende) tienen papeles pequeños que exigen poco y así lo demuestran.
El primer blockbuster adelantado del verano cumple con creces y nos hace seguir creyendo en que Tim puede tener descalabros, pero al final sabe lo que se hace.
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