De tu ventana a la mía nos presenta a tres mujeres en tres momentos vitales e históricos distintos, pero con algo en común: la tragedia y el deseo de ser amadas. Paula Ortiz deja constancia de su personalidad como cineasta con un estilo preciosista pero con un discurso un tanto conservador.
El lirismo es la nota predominante de un título que apuesta por la poesía en la narración y no en la prosa. Imágenes cargadas de belleza y metáforas inundan la película; los escenarios y los objetos con los que interactúan no están elegidos al azar. Más que menos todo tiene un significado. De tu ventana a la mía bebe de (es) la poesía. Para lo bueno, como en la riqueza del lenguaje, y para lo malo, ya que ésta no suele ser apreciada (o comprendida) por todos.
Aunque no guardan relación entre sí, las tres historias avanzan de forma paralela, utilizando determinados objetos, acciones y frases que se repiten como conectores y puentes entre ellas. De las historias, la que más interés despierta es la de Maribel Verdú por la belleza de las imágenes y el carisma de la actriz, que forma una extraordinaria pareja con Roberto Álamo.
A la protagonizada por Leticia Dolera le pesa el encasillamiento al que hemos arrastrado injustamente a la intérprete hacia el cine de género. Pero claro, a esto no ayuda nada la ambientación onírica y de cuento que transmite el paisaje en el que transcurre la acción, muy cercana a los cuentos góticos tradicionales de la cultura sajona. La tercera en discordia, la de Luisa Gavasa, es la que más se acerca al últimamente denostado cine social que siempre ha servido de tópico para catalogar a nuestra industria. Por ello es la historia que a priori menos interés despierta, pero el «amor por el cine» de la protagonista le da un encanto particular a la trama.
Las tres historias, además, tienen en común el aislamiento en que viven esas mujeres. Metáfora (una de tantas) sobre el punto en que están sus vidas. La cinta de Paula Ortiz es muy estimulante en cuanto a su concepción formal y su riqueza de matices; sin embargo, durante toda la película se advierten similitudes (muchas) con Las Horas (Stephen Daldry, 2002). En algunos pasajes de forma muy clara, lo que juega en contra de la propuesta de la directora aragonesa, que adolece de mayor consistencia en el guión.
De primeras el film tiene un tono muy feminista (el retrato que se hace de los personajes masculinos lo potencia muchísimo). Pero pronto descubrimos que el anhelo de las féminas protagonistas se reduce a ser amadas. Visión esta un tanto pobre, más teniendo en cuenta las inmensas posibilidades que ofrecen sus situaciones de partida.
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