Paula Ortiz ya supo visualizar poesía a través de la pantalla con su debut en De tu ventana a la mía. Muy modestamente, Ortiz se daba a conocer como directora con sentimientos, pasión y delicadeza que sabía jugar con las escenas y la emoción intrínseca que tenían esas tres mujeres anacrónicas entre ellas. Qué acertado fue ese casting: en un estilo similar al de Stephen Daldry en Las horas, los personajes de Leticia Dolera, Maribel Verdú y Luisa Gavasa recopilaban experiencias áridas rodeadas de represión. Tanto los colores de sus historias como los objetos llenaban de significado esa oda a la esperanza.
La cineasta se mantuvo mesurada porque el conjunto poseía un matiz tenue. En cambio ahora en La novia despliega sin ningún tipo de decoro toda la furia, la fuerza y la garra de los versos de Bodas de Sangre, es decir, la pasión pura. Y para ser esta ardiente prometida, había que buscar a una actriz que personificase todo ese fuego y arte que el poeta describió basándose en unos hechos reales de Almería. ¿La elegida? Inma Cuesta, que ofrece todo el ímpetu, garra, dolor y amor de sus entrañas al que es ya el rol de su carrera.
Y así, Lorca se hizo cine. Desde su estreno en la pasada edición de San Sebastián, todos los calificativos de la película han sido mayúsculos. No es para menos, pocas veces una película ha emitido tanta belleza. Historias de amores imposibles ha habido muchas, y transmutar esa pasión dolorosa en imágenes era difícil, más si la historia en la que se basa venía escrita por el puño y letra de Lorca: eso suma un plus de responsabilidad. La cineasta ha hecho una adaptación devota del texto y un gran homenaje al sentir de la obra del artista: el amor, los terrenos yermos y amarillos, la presión de las normas establecidas en la sociedad… El cúmulo de motivos que concentra en sus 95 minutos de metraje no atrae, sino que “ahoga” al espectador en el mayor de los deleites. La realizadora transforma el arte en fotogramas; y no hay fotograma más bello que otro: en la casa, al exterior bajo un sol de justicia o en un frondoso bosque que cobija el deseo de los enamorados. Toda la composición es un goce constante para el público.
Bajo esa descomunal fotografía hay unos actores que se dejan la piel en sus roles. A la embelesadora Cuesta se une Asier Etxeandia (Ma Ma) como el correcto novio, Leticia Dolera (Requisitos para ser una persona normal) es la cautelosa esposa, Alex García (Kamikaze) el enamorado en silencio, Carlos Álvarez-Novoa –que fallecía el pasado septiembre, al tiempo de la celebración del festival– no ha podido dejar mejor trabajo póstumo siendo padre de la novia, y cierra el elenco Luisa Gavasa como la implacable y sobreprotectora madre.
No es lo mismo un romance al uso que la pasión que puede salir de un amor prohibido. En la segunda, cuyo ejemplo está en el presente argumento, la sensación es tan desmesurada para tenerla en secreto que hasta duele. Por eso, cuando el frenesí contenido estalla, se esparce llevando al espectador al más exaltado de los clímax.
Ver esta cinta fuera de la sala sería un sacrilegio. Hay que dejarse llevar por sus imágenes, por sus personajes, por sus diálogos, por su fortaleza. Federico, donde quiera que estés, puedes estar orgulloso.
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