La gente de Aardam ha perdido la brújula. O esta ya no apunta al norte. Tanto da. ¡Piratas! es un pequeño tropiezo para la compañía, que sigue mostrando su magia para crear vida a partir de modestos trozos de plastilina, pero se pierde con una trama que tira por la borda todo su potencial.
La historia nos presenta a un peculiar pirata, de nombre Capitán Pirata, que junto a su variopinta tripulación quiere ganar el premio a Pirata del Año. Para ello esta dispuesto a enfrentarse a cualquier peligro y plantar cara a quienes dudan de su valía (que no son pocos). Un punto de partida muy interesante, abierto a mil y una posibilidades que se decanta por la más absurda de todas y, a la postre, la más aburrida.
La película empieza por todo lo alto, presentando a la Reina Victoria de Inglaterra como una terrible villana que odia a los piratas por encima de todo, para, acto seguido, poner en pantalla a la bonachona tripulación del Capitán Pirata, que celebra una cena familiar. El viento sopla a favor de la comedia y las aventuras (o desventuras) en alta mar. Pero la realeza es la realeza y como los británicos son muy monárquicos, la historia se traslada a la corte y a las calles de Londres, guardando las anécdotas de bucaneros en un cajón y tirando la llave al Támesis ¿Para qué? Para jugar a los disfraces y [SPOILER] participar en un concurso de ciencias. [FIN SPOILER]
Lo de guardar las anécdotas de bucaneros en un cajón no es solo una frase chula que adorna el texto. Al contrario. En determinados momentos los personajes rememoran algunas de sus travesías por los siete mares y apuntan historias de lo más alocadas, que juegan con dobles sentidos para goce de mayores y pequeños, hacen partícipe a las leyendas marítimas y abren la puerta a que vuele la imaginación. Lamentablemente no vemos nada de esto. Solo palabras que se lleva la brisa.
Podríamos disculparlo si el segundo acto no fuera a la deriva, repitiendo gags hasta la saciedad (debe de ser para que nos queden claros, por si a la primera, a la segunda o a la tercera no los pillamos) y los personajes no perdieran su carisma a cada paso que dan.
Un gatillazo en toda regla que ni el trabajo de José Coronado en el doblaje consigue arreglar. El actor hace un gran trabajo a pesar de las dudas (bien fundadas) que despiertan siempre estos reclamos publicitarios en las voces. En un primer momento choca (natural), pero enseguida se le toma el pulso y Coronado se hace con el personaje. Y donde hay un reclamo hay dos. En este caso es Andrés Iniesta, que ocupa un rol (Pirata Albino) con el que no parece desentonar y no tiene complicadas intervenciones, por lo que salva la situación con holgura.
A nivel técnico ¡Piratas! es una maravilla de animación artesanal. Pero la obsesiva dedicación por crear un gigantesco mundo en el que se ha cuidado hasta el más mínimo detalle ha derivado en un guión simplista, convertido en un instrumento para presumir de creaciones en plastilina y no en un fin en sí mismo.
Poco ron beberemos a la salud de estos piratas.
Deja un comentario: