Premiada y becada por la Fundación Nadine en su convocatoria de 2020, Comiendo con miedo es un duro -pero no exento de humor- relato sobre los TCA (trastornos de la conducta alimentaria) narrado en primera persona y con un claro componente didáctico. Elisabeth Karin Pavón Rymer-Rythén, la autora, narra con desparpajo y naturalidad de una realidad a la que no siempre prestamos la atención necesaria en una sociedad, la nuestra, que no para de lanzarnos mensajes que no ayudan precisamente a crear una sociedad sana.
«En todo este tiempo nunca me lo había planteado«
Comiendo con miedo tiene un gran valor como documento para poner sobre la mesa el debate, para abrir la conversación. Lo hace, además, con la fuerza que le otorga ser una historia personal; conoce el problema desde dentro. Ahora bien, no hay que pretender sacar conclusiones generales a partir de una experiencia. El cómic es interesantísimo como referencia gracias a su poderoso componente divulgativo, pero sería un error extraer generalidades a partir de él. Aunque el propio libro, eso sí, dedica su epílogo a explicar la realidad de las TCA y dar unos tips para enfrentarse a ellas.
Como relato, muy sencillo, resulta eficaz en la transmisión de su mensaje. Esa quizás sea una de las claves de Comiendo con miedo. Habla abiertamente del miedo y del daño que genera si no tenemos las herramientas para aprender a gestionarlo, pero lo hace de forma amena y sencilla.
Uno de los grandes aciertos de la autora es el de concebir una obra tremendamente llamativa a nivel visual, de tal forma que facilita su acceso al público adolescente, principal target de la misma. Con un dibujo en apariencia sencillo y limpio, la autora genera una enorme expresividad en sus personajes, que ya desde el primer momento tienen un punto adorable que aporta mucha cercanía. Parca en su paleta de colores, esta tiene también una fuerte carga narrativa, potenciando la faceta emocional del relato. Seguimos en todo momento a Elisabeth y sabemos qué siente no solo por sus palabras, sino por la propia energía que transmite el color. En este sentido, Comiendo con miedo nos habla a dos niveles: uno más reflexivo y otro eminentemente emocional.
Deja un comentario: