«¡El único sonido que oiré será el de tu muerte!«

 

Suele decirse que no hay peor racista que aquel que pertenece a una minoría racial estigmatizada, que no hay peor machista que la mujer convencida de su inferioridad frente al hombre, que no hay peor… bueno, ya pilláis la idea. La cosa no es tanto que estos sean los peores ejemplos de cada una de estas lacras, pero sí que es cierto que da especial rabia ver a la víctima abrazando por completo los postulados del que la tiene bajo la bota, por una falsa imagen de seguridad o por no salirse del statu quo que da siempre menos miedo que cualquier cosa buena por conocer. Es como aquel hijo de inmigrantes reconvertido en un xenófobo recalcitrante que olvida (o más bien esconde como puede) su pasado y sus orígenes a cambio de un breve sentimiento de pertenencia a la comunidad.

 

Esto es lo que leemos en el tercer volumen de Un Mundo Bajo Muerte. En un planeta bajo el mandato del dictador de Latveria el verdadero terror llega de darse cuenta de que el villano no ha manipulado a nadie, sino que simplemente ha prometido a los dirigentes políticos de todos los colores paz, prosperidad y continuidad para sus gobiernos al mismo tiempo que va reclamando el mando del héroe a ojos de un público cada vez más entregado y ansioso por verle en público. La gran revelación de este tercer volumen va a obligar a héroes y villanos a replantearse no sólo sus estrategias, sino el valor mismo de la rebelión contra un malvado que no sólo no deja de hacer el bien, sino que está dejando al resto de héroes de la Casa de las Ideas a la altura de críos pataleando por haber perdido la exclusividad en el mercado del mal y del bien.

 

«Todos han conseguido lo que querían. No hay conjuros que romper ni duplicados robóticos que golpear«

 

Y ahí es donde reside la parte terrorífica de esta tercera grapa que publica Panini. Porque no hay peor ‘esclavo’ de Muerte que aquel que sabe que lo es, que tiene la certeza de que el villano antes o después se quitará la máscara de hierro y dejará ver la verdadera faz que se esconde tras ella, y que aún así prefiere permanecer pasivo ante el miedo de que la alternativa sea mucho menos cómoda. Es como cuando, en aquellos felices y casposos años noventa de nuestro país, los políticos robaban a manos llenas y sus votantes les defendían porque, con todo y con ello, España iba bien.

 

 

El cerdo que sabe que va al matadero y decide disfrutar de cada paso de su recorrido hacia allá no es más feliz que el que se encuentra de golpe con su muerte prematura, sólo es más idiota. Es curioso como Ryan North ha decidido que el momento más bajo para los Héroes más Poderosos de la Tierra coincida con el de los mayores y más valiosos regalos de Muerte hacia los habitantes de la Tierra. Quien sepa leer entre líneas será capaz de trazar los paralelismos que hay entre esta historia y lo que estamos viviendo hoy en día con la política internacional.