Ahora me ves… la «mágica» propuesta de Louis Leterrier tiene más en común con títulos como Ocean’s Eleven (y secuelas) o The Italian Job (tanto da la protagonizada por Michael Caine como la encabezada por Mark Walhberg) que con películas del tipo El Truco Final (Christopher Nolan, 2006) o El último gran mago (Gillian Armstrong, 2008). Porque aquí el mundo del ilusionismo es la excusa con la que nos adentramos en una trama de robos de guante blanco en la que no todo es lo que parece, con un trío de ladrones (obviando a Dave Franco a propósito) que desborda carisma y donde hasta la pareja de policías que anda tras estos sabe vestir con estilo (más Mélanie Laurent que Mark Ruffalo).
El grupo de magos protagonistas funcionan como un equipo, con cada miembro especializado en algo. Tenemos a un mentalista (Woody Harrelson), un ilusionista (Jesse Eisenberg), una escapista (Isla Fisher), y un carterista al que no se le resiste ninguna cerradura (Dave Franco). La dinámica entre ellos y las que siguen sus actuaciones (legales o no) se asemeja mucho a la de los films mencionados anteriormente, o (si nos apartamos de tramas policiacas) las de otras producciones como El Equipo A o las de Tom Cruise y sus hombres en sus misiones imposibles. Así, el foco está siempre en el grupo y en la compenetración que existe entre los componentes, bien definidos con solo un par de pinceladas. Lógico, pues, que se profundice poco en ellos. Aunque lejos de suponer un defecto, es un aspecto que pasa muy desapercibido, ya que lo que interesa es la acción en sí y esta va a un ritmo tal, que apenas hay tiempo para entrar en la psicología o las motivaciones de los personajes más allá de las réplicas que puedan darse entre ellos. Si hay magia en Ahora me ves… esta se encuentra en la excelente química de Woody Harrelson y Jesse Eisenberg, que piden a gritos una película para ellos solos.
Intentando capturar a estos ladrones con complejo de Robin Hood (dada la situación sociopolítica actual no puede faltar un poso de crítica en cualquier película) están un resabido “descubridor” de trucos (Morgan Freeman) y la ya citada pareja de agentes de la ley. Mélanie no será la mejor policía del mundo, pero tras el visionado del film las ganas de verla en un papel más romántico junto a Mark Ruffalo son enormes.
Ahora me ves… hace una fuerte apuesta por el entretenimiento y el espectáculo, los personajes son meras herramientas de Leterrier para desarrollar su frenético show, de ahí que el cast parezca estar jugando, interpretando sus roles más característicos sin necesidad de ofrecer demasiados matices. Estas intenciones del autor francés de crear un film muy digerible y que nos entre por su apartado visual tiene su concreción en las dos primeras actuaciones de «Los Cuatro Jinetes» (así se hacen llamar nuestros magos), son auténticos despliegues. Ahora bien, el tercer y último gran número que prometen también tiene su correlación con el desarrollo de la película. Durante todo el metraje todos los personajes hablan de la banda protagonista y de que el show final será algo nunca visto, sorprendente, que superará a los anteriores… pero cuando llegamos a ese momento no vemos más que un juego de luces y a los intrépidos ladrones corriendo por una azotea. Al film en sí le ocurre lo mismo. Crea unas expectativas desde el principio, con unos actores muy carismáticos, con grandes persecuciones, giros asombrosos… y el desenlace derriba lo construido hasta entonces como si fuera un castillo de naipes. Un final complaciente con todos pero del que, dado el efectismo previo, nos deja a medio gas.
Como apunte técnico, es obligatorio referirse también a la manía de Louis Leterrier de tener la cámara en continuo movimiento. Es interesante cuando hay que seguir al grupo de magos en el escenario o en secuencias de acción, pero en una escena (por dar un ejemplo concreto) con tres personajes sentados en una mesa de interrogatorios, no tiene el mínimo sentido.
En un verano abundante en aparatosos blockbusters que no cumplen las expectativas, un producto como Ahora me ves… se convierte en un valor seguro. Un sabor añejo en su premisa y la caracterización de sus protagonistas, un excelente despliegue visual, unos atractivos personajes y una fluidez que hace que sus 115 minutos nos sepan a poco, hacen de la película una excelente apuesta que devuelve la fe en el cine de entretenimiento.
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