La historia hasta ahora. Conrad, otrora el mejor ladrón que nadie hubiera visto nunca, está convencido de que puede reconducir su vida y dejar la profesión para recuperar a su mujer y a su hijo. Pero como suele pasar, uno no puede escapar de su destino así como así, viéndose obligado a desplegar sus talentos criminales para proteger a los suyos. Y mientras, como era de predecir, una agente federal, Elizabeth Cohen, va tras su pista con la intención de que pague por todos sus «errores» del pasado.

Y así, obligado por las circunstancias, nos encontramos ahora a Conrad, poniendo en riesgo la nueva vida que quiere construir para dar un nuevo golpe que salve a su hijo.

Un cómic muy cinematográfico. No solo, como se explica en el artículo que introduce el volumen, en la concepción y puesta en marcha de la historia, sino en su presentación gráfica. La composición de viñetas y páginas, con tramas paralelas en el tiempo o flashbacks que se nos narran de forma simultánea, así como la «simplicidad» con la que se relatan las acciones y los diálogos, hacen de Ladrón de la ladrones algo más que una suerte de storyboard. La obra de Kirkman solo necesita ser rodada y encontrarle una sintonía de cabecera. Ya está escrita, con sus escenas completamente planificadas y hasta editada.

Uno de los aciertos de Planeta ha sido el de editar los volúmenes agrupando arcos argumentales completos, lo que da una sensación de unidad a cada tomo y fortalece la imagen de serie televisiva que quiere imprimirle Robert Kirkman a su creación. Y es que desde su posición de creador del proyecto, el autor norteamericano es el encargado de definir los argumentos, pero la escritura en sí la ha delegado en distintos guionistas (como ocurre en las producciones televisivas). Así, si en el primer arco contaba con Nick Spencer, el relevo lo ha cogido (con gran acierto) James Asmus. En cambio, a los lápices ha decidido mantener al mismo dibujante, Shawn Martinbrough, que destaca por su dominio del claroscuro en su trabajo.

Como buena película, no se puede comentar mucho acerca del argumento de este segundo volumen de Ladrón de ladrones sin caer en excesivos spoilers y desarmar las sorpresas que nos aguardan. Pero los giros imprevisibles están más que garantizados con la única intención de mantener al lector agarrado al libro. Aunque, sus marcadas intenciones de imitar el sentido del espectáculo audiovisual puede jugar en contra ante los lectores más cinéfilos, que reconocerán fácilmente los patrones por los que se rigen tramas y personajes. Aún así, se trata de una colección muy disfrutable, que al final es lo que debe primar.