Bienvenidos a la casa de muñecas: Jugando sin muñecas

TitularCuando te propones ver una película de Todd Solondz has de haberte preparado antes. Es un autor que crea controversia y además lo disfruta.

Su cine no tiene término medio, como se suele decir, lo amas o lo odias. En mi caso particular, siento una especial predilección por este autor, posee una serie de características que imprime a sus películas que muchos directores/escritores de hoy día desearían tener. No tiene pelos en la lengua a la hora de tratar cualquier tema, por problemático que pueda resultar, y eso, en una sociedad como la americana, no tiene precio.

En este debut del que escribo la crítica (antes filmó otra película, Fear, Anxiety & Depression, de la que ahora rehúsa) se pueden notar claramente las pinceladas con las que siempre perfila sus trabajos. Personajes a priori planos pero que llevados hasta el extremo acaban en situaciones surrealistas, tratamiento visual pensado precisamente para que parezca de andar por casa, una «obsesión» por derrocar todo aquello que representa el american way of life, pero sobre todo, la pasión con la que están escritos los protagonistas, siempre envueltos dentro de una sociedad maniquea y de la que intentan escapar.

Desde la base, la historia no es nada original: Dawn Wiener (la traducción del apellido es salchicha, por eso sufre constantes burlas de sus compañeros) es una chica de 11 años que se enfrenta a su primer año en la Junior High (un «pre-instituto» que sufren los americanos) y allí es tratada como una perdedora; en su casa, tanto sus padres como sus hermanos creen que es un bicho raro que no pertenece a la familia. No faltan todos los estereotipos como el guaperas de turno que la enamora, el chico malo del instituto que la acosa, su único amigo que no le puede ayudar en nada…

Hasta aquí todo podría parecer una película más, sin mayor interés, pero en su guión, en los giros, es donde hay que esperar a que la trama vaya fluyendo y cambie la historia completamente. No puedes esperarte nada y a la vez te lo esperas todo.

TitularSi tuviera que comparar a Solondz con otro autor, la primera idea que me viene a la mente es John Waters, no sólo por su parecido físico (que lo tienen), si no por la libertad que poseen a la hora de dirigir.

Sin embargo, la puesta en escena no es tan exagerada como en el cine de Waters, de hecho, es austera, en consonancia con la elección de los planos y los movimientos de cámara, los mínimos posibles, tampoco gusta de transiciones, incluso muchas veces se le puede achacar que los cortes sean demasiado bruscos (características del cine indie actual).

El reparto en conjunto está aprobado, pero nada más, no tiene deslices pero tampoco actores que sobresalgan. En mi opinión el personaje principal está desaprovechado ya que Heather Matarazzo, sí, de acuerdo, tiene cara de perdedora, pero hace que deseemos que le pasen todas esas cosas, no podemos empatizar con ella. Su hermano mayor (interpretado por Matthew Faber) es el único que me ha gustado algo más que el resto del reparto, pero no puedo evitar pensar que es un papel a la medida de Michael Cera, si por edad, le hubiese sido posible interpretarlo.

Otra característica reseñable del cine de Solondz es la música. En todas sus películas hay un tema central con mucho peso dentro de la historia, ya sea por la letra, el momento en que aparece o simplemente por el envoltorio que le proporciona a la imagen. En esta película tiene varios de ellos, interpretados por la banda del hermano mayor, que dotan de comicidad a ciertas partes del metraje.

Así pues, una película no perfecta, pero sí muy recomendable para todos aquellos que gusten del cine independiente sin tabúes. Así lo reconoce su gran premio del jurado en Sundance en 1995.

Un último consejo, si alguien no conoce a Solondz, que empiece por esta película, y deje para el final Happiness, su cima. Yo no supe esto en su momento y ahora me arrepiento, cualquier película suya que he visto desde entonces me ha dejado mal sabor porque no llega al nivel que alcanzó con ella

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