Dando la Nota

Dando la Nota: Los americanos y sus costumbres

A veces, hay que rendirse ante la inventiva de los del otro lado del charco. Cada año, la industria de las 9 letras sobre la colina genera gran cantidad de productos óptimos, productos reguleros y productos defectuosos. La primera categoría reúne unas pocas películas que se suelen dar cita en festivales de renombre (no siempre, todo sea dicho); la segunda engloba un grueso de cintas que forman parte de la rutina de domingo de la familia feliz o de la pareja de enamorados; y la tercera da cabida a bodrios que no hay por donde cogerlos.

 

Sea como sea, prácticamente todos tienen un factor en común, y es que atraen a su visionado. Es más, ¿quién no se ha tragado alguna miticada patriótica estadounidense a sabiendas de la necedad que estaba cometiendo? Así es, el cine norteamericano se puede preciar de que sus películas de relleno en taquilla causan al espectador la misma atracción que sus famosas hamburguesas en cadena. Si en el segundo caso hablamos de fast food, en el primero podríamos implementar tranquilamente el término fast viewing.

 

Lo bueno de Dando la nota es que no decepcionará a nadie porque nadie espera nada de ella, ni llegará a tomársela en serio. Y es una pena, porque el planteamiento y el inicio del film guardan una inesperada frescura que es de agradecer. Sobre todo la primera media hora, que encierra algunos comentarios ingeniosos y algunos gags bastante chanantes. A partir de ahí, la película se deja ver, pero va diluyéndose en una convencional tontada que cumple con todos los tópicos de los que parecía sacudirse al principio del metraje.

 

Dando la Nota

 

Concursos de canto a capella, quién lo iba a decir. Lo más parecido que he visto procedente de Norteamérica es la mítica estampa de un coro formado por niños de instituto/insértese cualquier organismo o centro (no se por qué, pero lo primero que se me viene a la cabeza cuando digo esto es una eclesiástica escena de Solo en Casa (Chris Colombus, 1990). Lo curioso es que una premisa tan risible llega a resultar atractiva cuando las voces de unos animosos chicos y chicas consiguen sonar muy parecido a la de los instrumentos, hasta el punto de preguntarte a ti mismo si te están tomando el pelo o las cuerdas vocales tienen tanto potencial.

 

En fin, existe una curiosa dicotomía en el plantel femenino-universitario: a pesar de que los personajes representan los más grandes estereotipos (hay de todo: la alternativa, la gorda, la perfecta, la tetona, la negra…), están bastante bien dibujados, en tono de comedia. Logrados, realmente. Resulta sencillo empatizar con la chica que interpreta la correcta Anna Kendrick y echarse unas risas con Amy la Gorda y compañía (aunque por desgracia se abuse continuamente de gracias demasiado similares). El equipo de chicos tampoco tiene desperdicio, un grupo de freaks entregados a la causa y unidos cual piña, hasta el punto de compartir jacuzzi (con patito de goma incluido).

 

Definitivamente, un producto pasable, con sus más y con sus menos, y hasta divertido para ver en abundante compañía. Yo, mientras tanto, me quedo con los chascarrillos misóginos del locutor masculino de los concursos.

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