La Mejor Oferta

La mejor oferta: Un Pigmalión hitchckoniano

Según el mito, frustrado ante la imposibilidad de encontrar a la mujer perfecta, Pigmalión decidió centrarse en esculpir estatuas femeninas para compensarlo. Una de estas, de nombre Galatea, era tan bella que Pigmalión acabó enamorándose. Conmovida ante esta visión, la diosa Afrodita intervino para que Galatea cobrara vida y los amantes pudieran estar juntos. Así a grandes rasgos puede resumirse también La mejor oferta. En ella, el Sr. Oldman, un excéntrico y maniático subastador de arte, rehuye, temeroso, cualquier contacto (físico y emocional) con el sexo opuesto. La necesidad de una presencia femenina la subsana con una colección pictórica de retratos y retratos de mujeres. Y vive tranquilo hasta que se «cruza» en su camino una joven, Claire, igualmente inalcanzable. A través del trabajo (ella reclama sus servicios para que tase una colección de obras y muebles que pertenecía a sus padres) surge entre ellos una relación capaz de trastocar la vida de ambos.

 

La Mejor Oferta

 

Giuseppe Tornatore se sumerge en el mundo del arte para relatarnos un romance melancólico y torturado, de ciertos tintes góticos si se quiere, una historia de fantasmas sin fantasmas. Pero un romance –y una película– sobre el que siempre gira la afirmación de que detrás de cada falsificación siempre hay algo verdadero, posibilitando al cineasta narrar su historia en clave de thriller, asumiendo y explotando elementos del suspense de Polanski y, sobre todo, Hitchcock (voayeurs y fetiches, paredes que hablan, pícaros, medias verdades…). Con estas ideas en la cabeza, se sirve de un mcguffin de manual (la reconstrucción de un autómata del s. XVIII) para entrelazar las distintas tramas que componen La mejor oferta. Más aún, en clave romántica, la búsqueda y recomposición del artefacto mecánico, por contraposición, sirve para explicar la evolución que sigue el personaje de Geoffrey Rush. Mientras el autómata se va armando y cogiendo forma, Virgil Oldman va desarmando su coraza y empieza a sentir emociones desconocidas para él.

 

Tras una extensa –y excelsa– presentación del personaje de Geoffrey Rush (portentoso en su encarnación de una suerte de Howard Hughes del arte [por su carácter obseso]), La mejor oferta transita por los caminos descritos en el párrafo anterior con un pulso clasicista muy rutinario pero narrado de forma extraordinaria, hasta llegar a un cruce que ofrece dos caminos: cerrar una historia a la que poco le queda por contar por los derroteros que ha tomado, o dar un último giro que zarandee las expectativas de un espectador ya complacido. Tornatore opta por lo segundo y si bien sus explicaciones y justificaciones tramposas, facilonas y mal remendadas, su desenlace, aún sin contentar a todo el mundo, es de los que se quedan en la retina tras el visionado.

 

Silvia Hoeks en La Mejor Oferta

 

Culpa –o mérito– de ello la tiene Geofrrey Rush, que humaniza y llena de matices a un personaje en apariencia esquemático y casi caricaturesco. Entre un resabido Jim Sturgess, una inconstante Sylvia Hoeks (muy acertados en sus roles) y un Donald Sutherland que parece haber adoptado la faz despreocupada del Notas, la redención y autodescubrimiento de Oldman nos atrapa. Porque, más o menos afinada en intenciones y la resolución de las mismas, La mejor oferta es una cinta con muchos nombres propios. De los ya mencionados Tornatore o Rush, a la esmerada composición de Ennio Morricone o la estupenda edición de Massimo Quaglia.

 

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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