Atrapada en la oscuridad

Atrapada en la oscuridad: Tortura apocada

Tanto tiempo sin trabajar pasa factura. Eso es lo que le ha pasado a Joseph Ruben, autor de Durmiendo con su enemigo (1991) o El buen hijo (1993), que sin ser títulos emblemáticos de finales de siglo, tienen su reconocido puesto dentro de los thrillers noventeros.

 

Inactivo durante casi diez años, Ruben trae una nueva cinta, inspirada en la que Terence Young filmó allá por 1967, Sola en la Oscuridad. En ella, una Audrey Hepburn ciega lidiaba con dos delincuentes metidos en su hogar. Hace trece años, Lars Von Trier situaba a una inmensa Björk con deficiencia visual degenerativa, en una temática desoladora llamada Bailar en la Oscuridad (2000). Ahora es Michelle Monaghan la que recoge el testigo de heroína invidente. Por desgracia, este título sólo comparte con las otras el complemento circunstancial de lugar.

 

Michael Keaton y Michelle Monaghan en Atrapada en la oscuridad

 

A diferencia de otros compañeros que han sido cegados en algún momento en sus carreras como Al Pacino, Gene Wilder o Gael García Bernal, Monaghan no ha aprobado y su heroicidad se queda a la altura de la de Ben Affleck en Daredevil (Mark Steven Johnson, 2003). Pero no es por su culpa, ese guion no es fácil para ningún intérprete. A sus compañeros de reparto, Michael Keaton y Barry Sloane, les ha sucedido lo mismo como torturadores: Al primero le ha tocado el rol de jefe villano sin escrúpulos mientras que el segundo hace de matón grandullón.

 

Penthouse North, que es su título original –sigue vigente el hábito de cambiar los títulos por otros menos originales– está llena de puntos y apartes, aunque el espectador sabe por descontado qué va a suceder después. Provista de lagunas y situaciones más propias de la comedia, hacen que esta historia parezca poco creíble y menos profunda; y fría, demasiado incluso para lo propio del género.

 

La protagonista es Sara, una reportera gráfica que perdió la vista en Irak, como bien explica la introducción del filme. Ahora se ha asentado en Nueva York con una vida más apacible. La conexión entre pasado y presente no convence con tanto flashback de aquel momento. ¿Qué relación tiene ese hecho con el actual asalto? Ni idea, tal vínculo es o muy básico o demasiado presuntuoso.

 

Michelle Monaghan en Atrapada en la oscuridad

 

El esquema de «víctima carente de visión inmersa en una encrucijada» es ya de por sí angustioso, como bien exhibieron las otras dos actrices, e incluso la televisiva Belén Rueda dio fe de ello en Los ojos de Julia (Guillem Morales, 2010), pero el director se ha propasado con los tópicos, y ha dejado de lado el ápice de sutileza que hiciera genuina la película: Novio sospechoso, una tragedia en el pasado, persecución por el edificio,… ni siquiera se ha olvidado del gato negro como mascota de la víctima.

 

Flaco favor le hace a la pobre Michelle Monaghan esta trama, que es como la personalidad de su rol: indefensa, plana y que con dificultades resuelve la situación. Tampoco Keaton –no, de verdad que no es Bruce Willis– sale bien parado: Es predecible e insulso. Qué lejos ha quedado ya el Batman de Tim Burton

 

La fotografía desenvuelve bien la historia, cierto, pero no es sobresaliente, porque hay momentos donde parece más un trabajo de un realizador recién titulado que de un veterano como Ruben.

 

Sin suspense y con apenas unas pinceladas de tensión, Atrapada en la Oscuridad es una pieza digna de sobremesa. Así que yo me quedo con Audrey y con Alan Arkin.

 

Acerca de María Aller

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Madrileña. Comunicadora. Periodista. Sagitaria. Bonne Vivante. Cine. Y festivales, series, libros, cocina, deporte... recomiéndame!

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