Aviones

Aviones: Un mundo desaprovechado

La unión de Pixar y Disney ha sido, con toda probabilidad, la más exitosa de cuantas se recuerdan en el pasado reciente de la industria del cine. Y, por supuesto, han llegado a convertirse en el epítome de la animación, a quien venerar e intentar parecerse. Por desgracia para todos, características de este calibre no eximen de bajar el listón, poner el piloto automático y dejar que sea el interés monetario el que mueva las producciones en lugar del menos rentable pero más digno halo artístico.

 

En 2006 la compañía del flexo lanzaba uno de sus títulos más sugerentes, Cars. No lo era tanto por su temática como por su responsable, John Lasseter, mandamás de la empresa. Él es el artífice de la mejor saga de animación habida, por lo que una nueva producción suya despertaba el interés por el mero hecho de llevar su nombre. La película sobre coches tuvo un gran éxito, la flojera argumental se veía compensada por los avances tecnológicos (hoy en día nimios, dados los pasos de gigante diarios) y la secuela apareció cinco años más tarde.

 

Aviones

 

La polémica está servida desde hace tiempo dadas las disputas entre las dos compañías (dignas de una relación amorosa) lo que ha repercutido irremediablemente en el resultado de las entregas de ambas productoras (si bien es cierto que en los últimos años pequeñas joyas han acontecido). Conocedores de la falta de imaginación imperante, ahora Pixar promete dejar de lado las secuelas para centrarse en crear material original a la altura de Toy Story (John Lasseter, 1995) o Up (Pete Docter y Bob Peterson, 2009).

 

Pero esa promesa tiene lugar en un futuro y Disney no parece querer tener nada que ver. Lejos de buscar nuevas historias con las que asombrar al público como lo hiciera en antaño, el estudio que durante décadas ha alimentado la ilusión de mayores y pequeños parece haberse estacando en su vieja moralina. Con todo, es algo lógico, dada su imagen blanca y devota de los bienaventurados. Poner en duda su campaña de concienciación sobre el levantamiento de los pequeños, la amistad, el amor y el respeto a los mayores es no conocer las doctrinas de la casa.

 

Aviones es todo eso, lo mismo de siempre. Y no es ni mucho menos reprochable: los niños se sentirán respondidos por unos personajes bien delimitados, la línea divisoria del bien y el mal está clara y el humor, decididamente dirigido a los infantes, tiene lugar en más de una ocasión. Incluso tiene un marketing aprovechable, quizá menos que los coches, pero los aviones también pueden tener su público.

 

Aviones

 

El mayor error de la concepción del producto no es otro que el asemejarlo con el universo de Cars. La película de Lasseter, aun funcionando de maravilla, no terminó de encantar como sí lo habían hecho otros títulos y es recordada más como una rémora que como un título a tener en cuenta. Los aeroplanos poseen la misma estética que los bólidos de aquella y no se han roto las seseras intentando darle un aspecto más personal, es difícil encontrar un nexo de empatía con unas máquinas habladoras con bocas sacadas de la nada y el ingenio que podía dar vida a juguetes tiene aquí una clamorosa falta de imaginación para encontrar una justificación potente que explique los usos de ese mundo fantástico en que no existen los humanos y todos los medios de transporte tienen sentimientos.

 

Ese fallo tiene una explicación: Pixar no interviene. El universo se creó en la original de 2006; ahora, ante la necesidad de un título veraniego, se retoma el mecanismo sin una vuelta de tuerca aprovechando los derechos de explotación. La decisión de darle el peso narrativo a una historia totalmente infantil es razonable, pero los adultos están tan mal acostumbrados por las obras maestras de animación recientes que acuden al cine esperando encontrar diversión para ambas generaciones y aquí la decepción en ese plano es segura.

 

El universo Cars no es el más rescatable, dar vida a aparatos con poco que decir no asombra y el humor tiene un público muy claro. Llevar a los niños a verla puede ser una solución, pero en los tiempos que corren Disney necesita a Pixar más de lo que le gustaría.

 

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