El último concierto

El último concierto: El espectáculo debe continuar

Aunque pocas veces se saquen a la luz, toda familia o unión posee un sentimiento tácito que aumenta según pasan los años. Tal sensación se puede encontrar también en lo profesional, como bien ilustra El último concierto, un film que habla de pasiones intrínsecas de los miembros de un cuarteto.

 

Rostros del cine americano más independiente se juntan en la ópera prima de Yaron Zilberman, director de origen israelí. Ellos son el punto fuerte de la película. El elenco bien podría haberse unido para un filme de gánsters, porque los cuatro juntos dan el perfil perfecto para ello. En cambio Zilberman les ha citado para una producción íntima y sin artificios.

 

El último concierto

 

Christopher Walken es Peter, el integrante más veterano de la banda. El actor lleva más de 100 títulos a sus espaldas, y resulta perfecto para bordar seres maquiavélicos, dada su cara maliciosa y viperina. Pero aquí es el encargado de mantener la solvencia del grupo, cual patriarca de un clan. Phillip Seymour Hoffman es el violinista Robert. Hoffman se ha ganado el respeto de la industria cinematográfica. Sabe ganarse los papeles y desde luego su apariencia de hombre maduro –aparenta más años de los que tiene- le han ayudado a hacerse con roles enrevesados y carismáticos. Catherine Keener se supera sabiendo dar el aire frío y distante de la álgida Juliette. El último integrante lo interpreta Mark Ivanir; sus facciones quedarían perfectas para un papel de integrante de una banda mafiosa del este, sin embargo se encarga de dar vida a Daniel.

 

Sin duda los intérpretes muestran sus destrezas. El problema de esta historia es un guión cargado de hermetismo que apenas permite adentrarse a fondo en sus personajes. Sus emociones reprimidas saldrán a la luz con los primeros síntomas de parkinson que padece Peter, y una retahíla de reproches surgirá de cada uno de ellos. Ni el texto ni la fotografía ayuda a que el público entienda a estas almas en pena. Tampoco a la joven Alexandra (Imogen Poots), hija de Robert y Juliette y alumna de Daniel. Es como si la psique de todos se asomara al público sin vislumbrarse demasiado. A este detalle se añade una parsimonia exacerbada y la tenuidad que aporta la música clásica.

 

El último concierto

 

La trama explora las vidas y los problemas de los integrantes del grupo, dando un reflejo de lo solitaria que es la vida de un músico, y de sus manías y sus rarezas. Escatima en detalles y el resultado es muy conciso, demasiado poco esclarecedor para algunos. El director novel no ha pecado de excesivo, sino de escasez en la narración. Ha reducido la vida y sustancia de cada uno a su instrumento, porque las escenas de sensualidad, tristeza, pasión, carecen de sus propiedades. Así se exhibe mejor la significación de la música. Hay un momento en que Alexandra reprocha a su madre no haber actuado como tal por estar más pendiente de su carrera. La fuerza de los integrantes mengua en el mundo “real”, mientras que se recobra en sus actuaciones, como en la última que van a dar juntos. Y que no decaiga pase lo que pase, el espectáculo debe continuar. Los entendidos en el género musical podrán apreciar a fondo la obra principal: ese cuarteto de cuerda opus 131 de Beethoven –un tema complejo de ejecutar-, tema elegido para esa última cita.

 

En todo momento se palpa el estilo dramático, pero con insuficiencia. Tanta moderación les hace parecer indiferentes en su día a día y los puntos álgidos pierden tintes de arrojo. No obstante, actores de esa talla engrandecen cualquier obra. Son ellos cuatro quienes salvan esta historia, y mantienen viva la moraleja a dilucidar: Show must go on. Posiblemente se ha de ser muy melómano para saber apreciar ciertos detalles; es una obra difícil de agradar a todos los públicos. Pero hay que reconocer que es un ejercicio de contención expuesto tanto en el guión como en los actores, y que sobre todo Walken sabe expresar con brillo.

 

Acerca de María Aller

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Madrileña. Comunicadora. Periodista. Sagitaria. Bonne Vivante. Cine. Y festivales, series, libros, cocina, deporte... recomiéndame!

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