Cigüeñas es una fábula de hoy, que bajo la leyenda de que esas aves son las encargadas de traer los niños al mundo, habla sobre el mundo actual, ese en el que hay malvados jefes con muchas ganas de acaparar y con pocos miramientos al personal de su empresa. La organización que se encarga de enviar los bebés por el mundo ya no funciona como antes y se dedican a hacer otros repartos más rentables. Sin embargo, toda cambiará cuando Junior, una cigüeña a punto de ser ascendida, vuelve a poner en marcha una de las antiguas máquinas debido a un último encargo que ha llegado. De modo que crea una niña. Junto a Tulip, la única chica humana de la compañía, intentará resolver la solución. Paralelamente está Nate, el chico que ha hecho el encargo, ya que sus ajetreados padres no tienen mucho tiempo para él.
Las similitudes en el mundo se ven: ese pobre cuñado con única inquietud de ascender en la vida, con -supuestos- puntos cómicos, una chica bipolar pero entrañable, o unos progenitores con poco tiempo para su vástago. Una vez más, el doblaje juega un papel relevante en los estereotipos: Arturo Valls y Belén Cuesta están muy apropiados dando voz a sus personajes. Sin embargo, Christian Gálvez y Almudena Cid, nuevos en estas lides, les cuesta doblar al matrimonio Gardner. Hacen lo que pueden.
La cinta mira demasiado hacia otras historias de animación. En ella hay reminiscencias a Buscando a Nemo y a su secuela. Tulip parece una versión humana de Dory: una chica tan poco centrada como adorable que quiere buscar a su familia. Mientras, deberán llevar a una niña a su hogar (lo mismo que Mike y Sully con Boo). Ah, y hasta hay una secuencia con pingüinos, que siempre dan mucho juego en cintas infantiles.
Cigüeñas es tan inofensiva que apenas deja mella. Se excede con el ritmo de la acción, tan trepidante que se pierde varias veces en el camino. La trama desde luego es original, pero confusa al acumular varios frentes: el niño ansioso por tener un hermanito, la joven chalada que busca a su familia y la cigüeña Junior, cuyas pretensiones en la empres se verán truncadas al cruzársele esa bebé tan mona. Y es que monerías, buenas intenciones y entretenimiento hay. Su estilo es igual que el público al que se dirige: familiar. Pero no hay nada que atrape o sorprenda especialmente a ningún miembro de la familia. La obra de Nicholas Stoller pasa como un mero pasatiempo. Y sí, es fácil que a la salida del cine, más de un padre o madre se sienta abrumado/a con esa gran pregunta que dice ¿De dónde vienen los niños?
Deja un comentario: