Si hay que hacer una lista de las películas más representativas del cine español, una de las que entraría de manera intachable sería Amanece, que no es poco de José Luis Cuerda. Tiempo Después podría catalogarse como una especie de segunda parte de aquella película tan surrealista que creó este director a finales de los 80. Y es es algo que hay que tener muy presente en el momento de adentrase en ella, ya que si no perteneces al grupo de personas que disfrutan con el humor de aquella película, lo más probable es que Tiempo Después te produzca más rechazo que otra cosa.
Nos situamos en un terreno apocalíptico, miles de años en el futuro donde la humanidad ha quedado reducida a un solo edificio habitado por muchos individuos, todos ellos con un oficio, desde guardias civiles hasta barberos, y con la figura de un rey como cúspide de la pirámide. Fuera de ese edificio se encuentra un campamento de pobres, o como son llamados en la película, parados. El conflicto se da cuando uno de esos parados quiere romper con su posición y adentrase en el edificio para vender limonada.
Pese a estar situada en el año 9000, mil años arriba o abajo, Tiempo Después está muy cercana al presente, prácticamente es un reflejo de lo que es la sociedad española en la actualidad o incluso de la sociedad occidental en general. Nadie se salva de la versión crítica de Cuerda del mundo, desde el capitalismo más absurdo de nuestros tiempos, la figura del rey como un patán con un bastón de mando, la iglesia como rebaño de ovejas o la izquierda revolucionaria que se queja mucho pero que luego no hace nada porque «ha quedado».
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