Los títulos pueden tener una relación más o menos cercana con la película a la que nombran. La Roberts ya se comió la pantalla con Pretty Woman mientras rezaba con Richard Gere y se enamoraba de él. En Come, Reza, Ama la fidelidad titular es total: Primero Liz (Julia Roberts) devora la bella Italia -menos mal que no pasó por España porque si no el reza y ama los habría olvidado-. Luego se dedica a rezar en un asrham -ahí la India no tiene competencia-. Y para acabar el amor, el plato fuerte, en este caso en Bali, pero como el amor no entiende de lugares vamos a considerarlo acertado por lo exótico de la zona. Cada parte, hasta llegar a la estancia final, la del amor, muestra carencias claras en lo que Liz concibe como felicidad. Está contenta pero incompleta. Con todo esto la película se muestra como un ejemplo claro del buscar y apostar por lo que se quiere, por esos anhelos que si no se prueban pueden marcar una existencia infeliz, en este caso la de Liz que busca el llegar hasta el final en la palabra feliz.
Su paso introspectivo por toda la película es el alma de la misma en detrimento de lo cómico. Sus problemas con el yo interno, el dolor y tristeza de las decisiones amoroso-existenciales, la búsqueda del sitio en el enjambre social y el deseo de las ilusiones pasadas no realizadas repiquetean tanto en Liz que su único camino es dar portazo destrozando, por inevitabilidad, todo lo construido hasta entonces y con lo que cualquier persona en teoría sueña: familia, casa, amigos, un buen trabajo… Pero lo bueno de la vida es que no todo es teoría. La adaptación cinematográfica del best-seller basado en las memorias de Elizabeth Gilbert que nos presenta el director Ryan Murphy nos lleva a comprender y ser la Roberts: no se puede criticar a nadie por hacer el daño infranqueable en pos de la felicidad.
Y cuando uno se sienta en la butaca ante esta película que será número uno en la taquilla española está deseando ver pronto a Javier Bardem -tanta promoción pone a uno ansioso-. En cada parada se piensa uno que aparecerá, pero claro, un rostro tan varonil, con su rudeza y seguridad económica, y además con un interior romántico destrozado por el amor sólo puede verse en el «Ama». Personalmente dudo que se pueda encontrar mejor partido en la vida que este Bardem representado en Felipe. Lo tiene todo: físico, intelecto, control y además es un pedazo de pan. Chicas y chicos, los hombres y mujeres así son de película… Parece que el nuevo Humphrey Bogart huele a español y en Hollywood ya se han dado cuenta.
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