Come, reza, ama: Un guión previsible con aire de Lancome para Julia Roberts

TitularLa orquesta sinfónica dirigida por Julia Roberts está resonando sin tregua en la Península Ibérica: carteles infinitos e imposibles de evitar de cosméticos franceses se unen a una agresiva promoción nacional que tuvo su punta de lanza en la 58º edición del Festival de Cine de San Sebastián, en donde Julia Roberts recibió, de la mano de Javier Bardem, el único premio Donostia de este año a toda una trayectoria que comenzó a despuntar siendo la «Novia de América» en Pretty Woman. Luego más comedia y un Oscar por su gran papel en Erin Brockovich. Esta semana ya dijo que San Sebastián era la «ciudad más entusiasta» que había visitado, pero antes ya lo insinuaron John Malkovich, Bette Davis o Woody Allen, algunos de los grandiosos galardonados de anteriores ediciones.

Los títulos pueden tener una relación más o menos cercana con la película a la que nombran. La Roberts ya se comió la pantalla con Pretty Woman mientras rezaba con Richard Gere y se enamoraba de él. En Come, Reza, Ama la fidelidad titular es total: Primero Liz (Julia Roberts) devora la bella Italia -menos mal que no pasó por España porque si no el reza y ama los habría olvidado-. Luego se dedica a rezar en un asrham -ahí la India no tiene competencia-. Y para acabar el amor, el plato fuerte, en este caso en Bali, pero como el amor no entiende de lugares vamos a considerarlo acertado por lo exótico de la zona. Cada parte, hasta llegar a la estancia final, la del amor, muestra carencias claras en lo que Liz concibe como felicidad. Está contenta pero incompleta. Con todo esto la película se muestra como un ejemplo claro del buscar y apostar por lo que se quiere, por esos anhelos que si no se prueban pueden marcar una existencia infeliz, en este caso la de Liz que busca el llegar hasta el final en la palabra feliz.

TitularPero si dejamos de lado toda esta campaña multimediática vamos a poder disfrutar de un producto que se queda incompleto en lo que pretende: juntar comicidad y drama. Tan solo Katut, un chamán ya de por sí gracioso, y un italiano olvidadizo promueven la chispa de la que Roberts, por guión, carece en esta película. Y ya en lo más dramático, que redunda en toda la cinta, no encontramos con una Roberts cercana a su papel en Erin Brockovich, pero sin el aura de Oscar: lleva todo el peso y lo lleva bien. Lejos de su personaje más realista en una película tan bella y trascendental como Closer, en la que cede el protagonismo sinuoso y el estrellato femenino a Natalie Portman; aquí, en Come, Reza, Ama, no hay más peso que el de ella misma. Destrozada por dentro busca recuperarse de los traumas amorosos que han resquebrajado su vida y la de sus amores.

Su paso introspectivo por toda la película es el alma de la misma en detrimento de lo cómico. Sus problemas con el yo interno, el dolor y tristeza de las decisiones amoroso-existenciales, la búsqueda del sitio en el enjambre social y el deseo de las ilusiones pasadas no realizadas repiquetean tanto en Liz que su único camino es dar portazo destrozando, por inevitabilidad, todo lo construido hasta entonces y con lo que cualquier persona en teoría sueña: familia, casa, amigos, un buen trabajo… Pero lo bueno de la vida es que no todo es teoría. La adaptación cinematográfica del best-seller basado en las memorias de Elizabeth Gilbert que nos presenta el director Ryan Murphy nos lleva a comprender y ser la Roberts: no se puede criticar a nadie por hacer el daño infranqueable en pos de la felicidad.

TitularIndependientemente de lo mejor o peor que sea esta muestra, el intento es acertado porque llega a transmitir las sensaciones de lejanía en la cercanía con un claro toque nihilista. Cuando uno se embarca en las relaciones amorosas piensa en un futuro que compartir. Tan solo ver feliz a tu pareja debe bastar como gozo de algo que carece de interés. Esos deseados sueños que al principio se piensan cumplir, pero que luego caen en una caja vacía, y que en muchos casos se acaban transformando en la Caja de Pandora, donde lo que sale no gusta, aquí más por hundirlo, son el detonante del viaje en Come, Reza, Ama. Esa estela de ausencia a la que Bunbury se refiere dentro de la insulsa armonía, o esos motivos que sobran para Joaquín Sabina son ejemplo claro de la sala de espera sin esperanza con la que se nos presenta el papel de Julia Roberts.

Y cuando uno se sienta en la butaca ante esta película que será número uno en la taquilla española está deseando ver pronto a Javier Bardem -tanta promoción pone a uno ansioso-. En cada parada se piensa uno que aparecerá, pero claro, un rostro tan varonil, con su rudeza y seguridad económica, y además con un interior romántico destrozado por el amor sólo puede verse en el «Ama». Personalmente dudo que se pueda encontrar mejor partido en la vida que este Bardem representado en Felipe. Lo tiene todo: físico, intelecto, control y además es un pedazo de pan. Chicas y chicos, los hombres y mujeres así son de película… Parece que el nuevo Humphrey Bogart huele a español y en Hollywood ya se han dado cuenta.

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