El nombre de José Ángel García puede no sonar mucho a nivel nacional, pero fuera del reconocimiento de la gran masa, lo claro e indudable es su presencia constante en la vida de las letras y del periodismo en los últimos cuarenta años de Castilla La Mancha y, sobre todo, de Cuenca. La provincia de adopción para este madrileño que se siente como en casa en la alcarria, terreno que le cautivó para ir dejando de lado al coloso que es Madrid, su lugar de nacimiento, para quedarse colgado por los encantos conquenses, por su tradición poética, por los Hermanos Valdés, Federico Muela o Fray Luis de León, poeta humanista que da nombre al primer galardón que José Ángel obtuvo, en 1982.
Antes, Cuatro cosas de mi gato y otras más (1977) y, después, en 1987, el Premio Castilla La Mancha de Periodismo Radiofónico. Y luego más ensayos, narrativa, el premio Eladio Cabañero en 1994, reportajes, alguna que otra antología y más poesía, en donde se puede destacar el sugerente título de El día que todas las mujeres del mundo me desearon (2000). Entre tanto ha sido coguionista de varios cortometrajes junto a Arturo García Blanco, el último La Llave, de 2007.
Su aspecto bohemio y cercano se muestra real con su interlocutor, lenguaje coloquial y pose natural. Su cara risueña conserva valores propios de la juventud. Sus largas melenas, que antaño lucieron mejor, reflejan el paso del tiempo, a un trote que le ha permitido ser un feroz periodista borracho de las letras, tanto, que es académico de la Real Academia Conquense de Artes y Letras. Seguro que sus compañeros disfrutarán de su sabiduría literaria, más que justificada, y de la lozanía vivaz que desprende. José Ángel pone el acento en el «yo creo», indicando su negación a la certeza absoluta…
Respuesta: Sí. Uno de poesía, Plan de vuelo. Y… Llámalo viaje, que es una antología, porque como uno, por desgracia, se va haciendo mayor, ya le hacen antologías. Por lo menos es lo que pensé la primera vez que me lo dijeron.
P: ¿Cómo le dio por escribir?
R: Bueno, a mí lo que me gustó siempre fue leer y supongo que es una consecuencia, para mí, absolutamente lógica. Evidentemente no todos los lectores se transforman en escritores. Pero yo creo que empecé por leer. Yo creo que empecé tarde. No fui un niño prodigio, pero empecé en la primera juventud. Y la verdad es que empecé muy bien y me dieron premios y luego ya, las veces que me presenté, no me dieron ninguno. Al principio creí que iba a ser muy fácil, pero luego comprobé que no lo era; pero tampoco me preocupó mucho. Yo me busqué las habichuelas por otras vías que también tenían que ver con el escribir y con el hablar, como es el periodismo. Yo hice biología porque me gustaba la antropología moderna, y también me gustaba escribir y tiré por el periodismo; pensando en una revista o periódico y, sin embargo, acabé en la radio, que con el paso del tiempo me apasionó y en donde me lo he pasado enormemente bien.
P: Entonces, ¿considera la radio el mejor medio?
R: Para mí ha sido fantástico porque cuando haces radio en una provincia como Cuenca, con sus ventajas e inconvenientes, significa que la información puede ser más rutinaria que en otro sitio, pero a la vez puedes hacer lo que quieras porque tocas todos los campos y todos los temas, y más si coges la época dorada de la radio, la transición, en la que lo estricto eran los informativos y el resto eran verdaderas locuras, cosas como las de Radio 3, experimental, divertida, diferente. Yo me lo pasé absolutamente increíble.
P: ¿Caleidoscopio es un ejemplo?
R: Fue casi lo último que yo hice ya al final. Era un programa de información cultural que es un poco lo sigo haciendo ahora, prejubilado, después de que los señores gobernantes decidieran que RTVE debía adelgazar un 40 por ciento.
P: Y ahora ¿cómo va su relación con la cultura?
R: Yo sigo cultivando el periodismo cultural, que era el que más me gustaba, en las páginas de un suplemento semanal que sale en los cinco periódicos del grupo El Día. Así me quito el gusanillo de seguir trabajando en mi profesión; alguna clasecilla en la Universidad de Castilla La Mancha y… mis libros, mis libros de siempre. Siempre me quedarán los libros y siempre nos quedarán los libros. Me quedan muchísimos por leer, muchísimos por releer y supongo que algún otro por escribir.
P: ¿Algún escritor que le haya dejado marcado?
R: Todos los que lees te marcan de alguna manera o de otra. Para hacerlo como ellos o para no hacerlo como ellos. O… sin saber que te han marcado. Desde los típicos Jack London, Herman Melville. La isla del tesoro fue una obra que me hizo pensar que la literatura podía ser mágica; pero, bueno, Kafka, pero, Antonio Machado, pero, San Juan de la Cruz. Cesar Vallejo yo creo que influye mucho en mi postura sobre la poesía. Pero me fascinan los surrealistas y me gusta mucho lo que hay en los años setenta, los anglosajones y su música. Igual que el cine y el teatro que también me han apasionado. Desde pequeño siempre me ha gustado la cultura.
P: Hoy en día todo tiende a la especialización, ¿qué opina?
R: No está mal porque significa que sabes mucho de una cosa. Ser un hombre del Renacimiento es prácticamente imposible. Si no te da tiempo ni a leer la milésima parte de todos los libros que salen, pues es evidente que no vas a estar al día en todas las cosas. Pero yo estoy muy contento de haber hecho la licenciatura en biología, aun sin haber practicado, porque me ha dado una visión distinta. La especialización sí, pero sin antiojeras, sin cerrar los ojos al resto de las cosas.
P: El futuro podría ser el combinar imagen, sonido, texto…
R: A mí me parece que sí. Eso que dicen de la ópera como espectáculo total. Además, porqué vamos a limitarnos a usar sólo la palabra escrita, hablada, el gesto, la luz… Yo estoy colaborando con uno de mis hijos en guionizar cómics, un lenguaje que me ha fascinado desde pequeñito y que, ahora, parece estar tomando relevancia después de un bache.
P: ¿Los españoles apreciamos a los españoles?
R: Yo creo que últimamente sí. Yo creo que la tradición española era mala en eso. Por un lado no aceptábamos a la gente hasta que nos decían desde fuera que eran buenos, pero por otro lado seguíamos teniendo un resquemor. Siempre se ha dicho que el pecado del español era la envidia y yo creo que era un poco la miseria intelectual más que la propia envidia. A mí me parece magnífico que la gente consiga éxitos, que sea buena… yo quiero estar al lado de los buenos para aprender de ellos.
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