Don Jon

Don Jon: Una adictiva ópera prima

Reconozco que siento debilidad por Joseph Gordon-Levitt y todo lo que haga. Así que una película escrita, dirigida y protagonizada por él es un visionado obligatorio. Al igual que su colega de generación James Franco, Gordon-Levitt se atreve con todo (eligiendo muy bien, eso sí, cada proyecto en el que se involucra): tan pronto produce y protagoniza Looper (uno de los últimos hitos del fantástico), como se suma a grandes producciones (véase El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace, G.I. Joe o Lincoln). El angelino es uno de los referentes ineludibles del indie norteamericano (sirvan de ejemplo las aún inéditas en nuestro país Hesher o 50/50), e incluso a través de su productora colaborativa hitRECord apadrina a todo aquel técnico y artista de talento que tenga iniciativa. Así, ¿cómo no esperar como agua de mayo cada título en que participa?

 

Aparcando a un lado las virtudes de Gordon-Levitt y centrándonos en el film que nos ocupa, Don Jon destaca de primeras por un montaje (trabajo de Lauren Zuckerman) y una autoconciencia de sí misma como fábula que le permite aprovechar todos los recursos de los que dispone para hacer más atractiva la propuesta. La edición se caracteriza por los cortes secos entre escenas, no hay grandes florituras ni bonitas transiciones que adornen la narración. Las escenas se van repitiendo reflejando el día a día del protagonista, transmitiendo la rutina en la que vive. De esta forma se potencia el carácter conservador de Jon, es un hombre atrapado en su comodidad que se niega a dar un paso al frente y evolucionar. No acepta los cambios y cuando estos se producen intenta acomodarlos a su forma de vida. Se establece una suerte de círculo vicioso del que es casi imposible escapar. Es en este punto donde encaja el tratamiento del porno, más como escudo emocional que como adicción (en montaje, también es interesante como se abordan los momentos íntimos de Jon con el ordenador, también realizado al corte, potenciando mucho la edición de sonido [es inevitable pensar en los primeros films de Aronofsky, Pi y Réquiem por un Sueño]).

 

Joseph Gordon-Levitt y Scarlett Johansson en Don Jon

 

A medida que la trama avanza y Jon va pasando distintas etapas, la película va mutando, adecuándose al estado anímico del protagonista. Así, lo que se presenta como una propuesta bien influenciada por un cine más de acción, se descubre como una ingenua comedia romántica (recursos como travelings o efatizaciones musicales incluidos) y termina siguiendo los cánones que marca el indie anglosajón.

 

Jon realiza un camino de limpieza emocional y apertura de miras que comparte referencia fílmica con el sentido de autoconciencia mencionado antes. En ambos casos la influencia de la estupenda (500) días juntos (Marc Webb, 2009) está muy presente. No solo porque Jon y Tom sean Joseph Gordon-Levitt y vivan un proceso de «curación» y madurez, sino que el uso de elementos como la música sirven para catalizar el ánimo del personaje y subrayar que esto es una historia de ficción. En aquella, en un momento de felicidad y mp3 en mano, Tom bailaba en la calle e interactuaba con unos pájaros animados. En esta, la deslumbrante Bárbara (Scarlett Johansson) ralentiza la cámara y eleva la música para mostrarse como objeto de deseo. Otro ejemplo de esto lo encontramos en los cameos de Anne Hathaway y Channing Tatum, que tienen una función muy similar a la de Rashida Jones y Jason Segel en Con derecho a roce (Will Gluck, 2011).

 

Don Jon es una película cargada de ironía y sátira pero que respira honestidad por todas partes. Principalmente por el cuidado y el mimo con el que están dibujados los personajes. Gordon-Levitt ha escrito para sí un papel a su medida, pero lo mejor se lo ha reservado a una fantástica Scarlett Johansson a quien adoramos y odiamos por igual y a un Tony Danza digno padre de su hijo, un espejo que justifica muchas de las actitudes de Jon ante la vida.

 

Esta brillante ópera prima, además, hace un interesante análisis del amor en la sociedad actual. Sobre esta trama de amoríos y adicciones subyace una crítica a la idealización de las relaciones. Porque ni el sexo es como el porno ni las relaciones se parecen a una película de Richard Curtis o John Hughes.

 

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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