George Harrison y su cara de niño introvertido al mando sólo de la guitarra fue un holograma comercial proyectado a la sociedad en los años 60. Así se notó tras la ruptura del cuarteto de Liverpool y así se muestra en el documental con imágenes inéditas George Harrison: Living in the material world, que abarca desde su nacimiento en 1943 hasta su muerte, en 2001.
Martin Scorsese, que sigue ensalzando el rock como ya hiciera con The Rolling Stones, enseña un apasionado segundón de Lenon y McCartney que siempre buscó con sus letras algo más profundo que las niñas de 14 años. Representa la cara B de The Beatles con la evolución, desdichas existenciales y locura por el misticismo que atraparon a George Harrison, el otro Beatle que estuvo desde el inicio y que luego renegó del material estandar de la sociedad en su búsqueda de un camino con más o menos gloria.
La marca del oscarizado Scorsese se une a uno de los emblemas de Livepool con menos brío del esperado. El afamado director vuela con el grupo al completo pero cansa en la parte más privada de un Harrison repleto de hare krishna en esta visión que dura casi 4 horas y rememorará los parones de peliculones como Lawrence de Arabia. Música no le falta.
Cómo se gestaron los éxitos de The Beatles, las riñas y desacuerdos y su posterior división cuentan con un material de archivo bravo que brindan unos primeros 100 minutos de gloria sesentera y setentera con la chispa de testimonios frescos y enlatados. Un ecuánime Paul McCartney, la esencia del Lennon más lozano, los productores, amigos y artistas se unen a la comicidad natural y grandilocuente de Ringo Starr, el batería que salva los últimos 100 monótonos minutos, para mostrar un Harrison sobrenatural.
La primera composición de la guitarra de Abby Road, Don’t bother me, varía respecto a Something, Here comes the sun o While my guitar gently weeps, donde el influjo de Lennon y McCartney ya no cortaba sus creaciones. El tiempo y las reflexiones guiadas por el gurú Ravi Shankar muestran el cambio que explotó con el triunfo personal de Harrison, en solitario, con el triple álbum All things must pass.
Su pasión por viajar y su primer amor, Pattie Boyd, que fue ‘robado’ por su amigo Eric Clapton y dio dos de las canciones de amor más sonadas de la historia (Layla, de Clapton, y Something, de Harrison), son contados con insistencia mientras los problemas con las drogas que tuvo Harrison se guardan en un cajón donde se ve más un coqueteo que un mal real. Tampoco se menta el supuesto plagio de My Sweet Lord, ni los fallos en la relación con los Monty Python.
La mano de Olivia Harrison, la mujer que acompañó a Harrison en vida, se nota por tanto en este documental donde ella actúa como productora para ensalzar la figura del que fuera su marido, un compositor y productor que amaba la Fórmula 1, el sitar, el ukelele y que siempre se llevó el aprecio de sus compañeros de profesión, los músicos, como se demuestra en uno de los últimos acordes de su vida en Traveling Wilburys, un proyecto en el que juntó a las estrellas Bob Dylan, Tom Petty y Roy Orbison.
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