Los Pitufos 2 busca repetir la fórmula de su predecesora remarcando, más si cabe, el carácter infantil de la propuesta. Por el camino sin embargo, pierde el factor sorpresa y parte de su público.
La cinta de Raja Gosnell parte de una interesante premisa. Al final de la anterior historia Gargamel era derrotado y, mientras los Pitufos pitufaban de vuelta alegremente, el malvado brujo se quedaba entre nosotros sin tener donde caerse muerto. Tiempo después, y gracias a las «bondades» de la era youtube, Gargamel se convierte en todo un fenómeno de Internet y de ahí a los escenarios franceses convertido en un mago al que todos adoran. Lo que el público no sabe es que sus trucos son más que meras ilusiones, es magia real que saca absorbiendo la esencia de los pitufos. De esta forma ya tenemos la excusa para arrancar la secuela.
Pero si un total de cinco guionistas no son capaces de ofrecer algo novedoso, nada bueno se puede decir de ellos. Han cambiado Nueva York por París y creen que con eso basta. Pero no es así. Los Pitufos 2 calca los esquemas de la original hasta el punto de buscar ciertas correspondencias entre algunos de los escenarios de ambas cintas. La constante sensación de déjà vu es muy molesta. Al menos han tenido la decencia de cambiar a algunos de los componentes del grupo de rescate pitufo, presentándonos a los pitufos gruñón y vanidoso. No faltan tampoco las moralejas de la historia, pero esta vez los mensajes pivotan sobre el tema de la familia y las relaciones entre padres e hijos. Aunque lo hace desde un curioso enfoque, ya que se centra en hijos adoptivos, en cómo estos ven a sus progenitores y en el miedo a no ser queridos.
Los Pitufos 2 tiene como objetivo básico convencer a los pequeños de la casa, obligando a los personajes reales de la cinta a «cartoonizarse», tomando incluso elementos de la comedia splastick. En este aspecto Hank Azaria (muy divertido, como siempre) y Brendan Gleeson son los que se llevan la peor (o la mejor) parte. La elección de un infantilizado tono tan definido hace que posibles bromas y guiños de doble sentido no tengan cabida. Quienes interesan son los críos, y si la primera parte funcionó tan bien ¿por qué no repetirla?
Dado que en esencia es la misma película, no se puede hablar de una mejoría o de un retroceso, simplemente se han quedado en el mismo punto. Ahora Neil Patrick Harris y Jayma Mays tienen un hijo, pero siguen siendo los mismos que vimos hace dos años. Donde sí hay un avance es en la fusión de los elementos digitales con los reales, uno de los aspectos que peor funcionaban de la anterior entrega.
Sin ofertar nada nuevo, sería injusto no defender lo entretenido de la propuesta, con dos – tres momentos realmente divertidos, un Hank Azaria pasándoselo en grande y el obligado recorrido turístico por las calles de París.
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