«Ha perdido velocidad, pero su técnica es impecable«. Esta frase que le dice Mike (el pequeñajo verde) a Sully (el peludo azul) en uno de los varios puntos de inflexión que tiene la historia, resume a la perfección las virtudes y defectos de Monstruos University. Porque la vuelta a los orígenes de los monstruos menos terroríficos del cine cumple la máxima de que cualquier tiempo pasado fue mejor. A nivel visual los avances de los últimos doce años permiten cosas impensables cuando se estrenó la primera película, pero ese esfuerzo y ánimo de sorprender con sus imágenes no encuentra aliado alguno en el guión. Una historia plana, sin la chispa de su predecesora, aburrida incluso. Quizás su mayor defecto es lo intrascendente de la trama, no sabe captar nuestra atención. Un directo a vídeo sería darle excesiva cancha a una cinta que no tiene nada que ofrecer al espectador. Otra historia de superación personal y de cómo el tesón y el ser fiel a uno mismo nos puede llevar a alcanzar nuestras metas. Al menos en esta colaboración, Disney se ha comido a Pixar.
Monstruos University es un paso atrás en toda regla. Tanto cronológico (volvemos a la época estudiantil de los protagonistas para «descubrir» como han llegado a lo que ya se nos mostró en su original) como en espíritu y complejidad. Los riesgos a los que nos tiene acostumbrados Pixar (véase como ejemplo Wall-E o las tres entregas de Toy Story) aquí brillan por su ausencia. En lugar de dar un paso al frente y –quién sabe– enfrentar a nuestros queridos monstruos a la realidad del mundo laboral actual, los devuelven a los años de inocencia y sueños por cumplir para contarnos lo mismo pero sin la brillantez esperada. Como si de unos malos estudiantes se tratara, Dan Scanlon y su equipo tiran de chuletas para intentar aprobar en el último momento. No cabe duda de que Monstruos University está enfocada a un público de muy corta edad –hay que vender juguetitos– pero en el camino olvida a dos tercios de sus espectadores: los padres y los niños que ya pueden ver películas para mayores de siete años.
Y el comienzo no puede ser más prometedor: un pequeñísimo Mike se va con el colegio de excursión a la fábrica en la que convierten los sustos infantiles en energía para poder vivir. Divertido, tierno, imaginativo… lo tiene todo para que mayores y pequeños disfruten como enanos. Espejismos. En cuanto saltamos en el tiempo y llegamos a la facultad, salvo algunos guiños –escasos– a esas comedias universitarias ochenteras que tanto han marcado a muchos, poco más tiene para estirar las casi dos horas (110 minutos) que nos aguardan.
La sensación que queda es la de una oportunidad desaprovechada. Mike y Sully están mayores, guardan momentos divertidos en sus bolsillos, pero se les nota cansados. Horas bajas para la buena animación.
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