Pacific Rim

Pacific Rim: Queridos monstruos

Con Pacific Rim Guillermo del Toro ha escrito una intensa carta de amor a los géneros kaiju (monstruos extraños) y mecha (robots controlados por pilotos). Y lo ha hecho con una libertad asombrosa: casi 200 millones de dólares de presupuesto y un desconocido reparto en que el además de amigos como Ron Perlman o Santiago Segura (en uno de sus cameos marca de la casa), el nombre con más presencia es el de Idris Elba. Las estrellas son los kaijus y jaegers que luchan por La Tierra.

 

Desde el primer fotograma el cineasta mexicano hace muy patentes cuales son sus referencias, arrancando con las definiciones impresas en pantalla de los conceptos kaiju y jaeger. La influencia de la tradición fílmica de monstruos gigantes (como Godzilla, primera obra kaiju) y de animes de robots de grandes proporciones como Mazinger Z (también pionera) es notoria; siendo la de Evangelion (1995-1996) una de las más relevantes por las similitudes que tiene con la película (más a nivel formal que de fondo). En la serie nipona, por ejemplo, se hablaba de la importancia de encontrar pilotos compatibles que pudieran formar parte del programa de defensa. La conexión que había entre los pilotos y los robots tenía una base biológica; mientras, en Pacific Rim, ésta tiene un componente neuronal y emocional. Curiosidades aparte, lo que demuestra este apunte es que ésta es la película de un fan hecha para el disfrute de todo el mundo, una historia de aventuras muy sencilla pero tremendamente emocionante.

 

Pacific Rim

 

Como amante del género, un proyecto en el que parece mirarse Guillermo del Toro para dar con el tono adecuado es Starship Troopers de Paul Verhoeven (1997)… por descabellado que suene. Ambas juegan con un tono socarrón y una punzante ironía que permite disfrazar la carga crítica escondida en algunos pasajes. No hay más que comprobar el sarcasmo con el que se sientan las bases de esta realidad en la que la guerra ha sido mercantilizada hasta tal punto que los pilotos de los jaegers se han convertido en estrellas pop y se venden muñecos con forma de kaijus para que los niños emulen las batallas reales. Una aparente frivolidad que, lejos de resultar contraproducente, permite al espectador aceptar sin condiciones el ya de por sí rocambolesco punto de partida: Una grieta interdimensional se abre en las entrañas del Pacífico permitiendo la entrada en nuestro mundo de unos gigantescos seres con la intención de arrasar nuestro planeta.

 

Siendo un título que busca interactuar con el público a un nivel emocional similar al del cine de aventuras de los 70-80 (un ejercicio similar al de J.J. Abrams con Super 8 en 2011), se echa en falta a un protagonista con más carisma que el demostrado por Charlie Hunnam (o el de su rival, Robert Kazinsky). Porque no se trata tanto de buscar actores que cumplan con su rol, como de intérpretes que sepan asumir e interiorizar el contexto de la historia. Y este trabajo no termina de definirse en las actuaciones de los citados Hunnam o Kazinsky, al contrario que un inmenso Idris Elba o una impetuosa Rinko Kikuchi, quien además de imponerse en un reparto eminentemente masculino suma un ejemplo más (y ya van…) de que la acción no es cosa de hombres.

 

Charlie Hunnam y Rinko Kikuchi en Pacific Rim

 

Se advierten también las carencias del film cuando la mayor parte de las épicas batallas jaeger-kaijus se consuman en plena noche. Una «trampa» utilizada a menudo cuando los recursos económicos no son suficientes (como ejemplo sirva El Increíble Hulk de Louis Leterrier, que no solo abusó de las secuencias nocturnas, sino que encogió el tamaño del Goliat Esmeralda). Es una pena que el equipo de del Toro haya tenido que ahorrar costes en este aspecto, pues es en las escenas diurnas donde se puede disfrutar de los efectos, comprobando un excelente acabado y una integración de los elementos digitales en el entorno pocas veces vista hasta ahora.

 

La crítica se ha hartado de decir que Pacific Rim es una película difícil de vender a pesar de ser concebida como un gran blockbuster. Que si su planteamiento es demasiado freak o está dirigida a un público muy especializado. Eso ya depende del criterio de cada uno, pero si se vence el prejuicio de «monstruos luchando contra robots gigantes», el film tiene mucho que ofrecer. La historia es accesible para todo el mundo, amén de conjugar bien las aventuras y la épica con el personalísimo humor del director y su crítica soterrada.

 

Un blockbuster de autor del que se desprenden todas las obsesiones e intereses de Guillermo del Toro. Sin temor a exagerar, una de sus mejores películas.

 

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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