Prometheus

Prometheus: Espectacular gatillazo filosófico

En 1978 Ridley Scott, un tipo que dirigía anuncios y que más tarde revolucionaría la ciencia ficción, preparaba el rodaje de una película titulada Alien. Estaba casi todo listo para empezar pero faltaba encontrar al hombre adecuado que portara el traje de ese alienígena con cabeza fálica que luego se haría tan famoso. No era fácil, se necesitaba a alguien extremadamente alto y delgado. Un día, el director de Los Duelistas estaba tomando algo en el Soho y apareció la persona adecuada. Un ayudante de Scott se acercó a aquel joven y le preguntó si le apetecía unirse a una película. Así fue como un estudiante nigeriano llamado Bolaji Bradejo vistió el traje de la criatura más siniestra, letal y sutilmente obscena a la que el ser humano se ha tenido que enfrentar en la ficción.

 

Todo comenzó en el intestino de Dan O’Bannon, la enfermedad de Crohn que padeció le acabó matando pero sin ella no existiría Alien. El germen de ese oscuro universo con el que dotó un primer borrador quedó plasmado en la mitología de una criatura que podría haber tenido una de las sagas cinematográficas más longevas si no hubiera sido por el descuidado tratamiento de David Fincher en Alien 3 (aunque si hablamos del montaje del director hablaríamos de otra cosa). O por culpa de la irritante bobada titulada Alien Resurreción que Jean-Pierre Jeunet tuvo el valor de dirigir.

 

Prometheus / Michael Fassbender

 

Han pasado 33 años desde que Alien, el octavo pasajero se estrenara en cines y se convirtiera en el reverso gótico y adulto de la ciencia ficción, un género que Star Wars había edulcorado hasta la arcada. Y ha sido Ridley Scott, el padre de la criatura, el encargado de resucitar este universo.

 

Donde Alien era oscuridad, Prometheus es luz. La diferencia entre ambas atmósferas es una maravillosa forma de retar al espectador. Pero esa luminosidad se traslada a un guión que a diferencia del primero, en el que había más preguntas que respuestas, sufre de un apetito insaciable por ser una obra trascendental sobre el origen de la vida. Un gatillazo filosófico del que me temo tiene mucha culpa Damon Lindelof.

 

Prometheus comienza con dos secuencias sublimes. En una de ellas David, el personaje más extraño y complejo del filme, vaga por la nave mientras la tripulación duerme. La escena, rodada con lentitud y fascinación por lo que se cuenta, narra el día a día en la soledad de David, un androide interpretado por Michael Fassbender. Su forma de andar, mirar y hablar con los demás tripulantes está envenenada, es una actuación excéntrica y sencillamente perfecta. Lo mejor.

 

Sin embargo desde ese comienzo casi perfecto todo va a menos. Ridley Scott apabulla al espectador y también a los guionistas con demasiadas imágenes grandiosas. Le importa más los adornos preciosistas que la continuidad de un argumento que se desinfla poco a poco. La mayoría de los personajes son grisáceos, realmente lo son todos menos David. Y eso, esa falta de cuidado, es imperdonable.

 

Pero ojo, toda esa irregularidad sobre la que está construida la película es un motivo más para seguir amando esta saga. Cada película es de un género distinto, de un estilo distinto, la primera no es comparable a la última porque Ridley Scott ya no es el mismo. Pero el Alien o su origen o lo que sea, me sigue fascinando.

 

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