La cosa pinta mal cuando la idea más interesante de una película se plantea durante los créditos finales a modo de epílogo. Hasta ese momento, The East se enorgullece de presentar una trama ya de por sí manida, que muestra sus cartas demasiado pronto y es incapaz de proponer nada que escape o juegue con los tópicos. Y es que Brit Marling (guionista y protagonista) y Zal Batmanglij (guionista y director) han construido la típica historia de agentes infiltrados a los que inundan dilemas sobre la lealtad o los principios a medida que empatizan con los supuestos villanos y son capaces de ver el mundo tal como lo hacen ellos, quedando al descubierto la podredumbre del sistema que habían jurado defender.
Y no será por falta de miserias que destapar: farmacéuticas, refinerías, petroleras… The East (tanto el film como el grupo terrorista en el que se tiene que infiltrar nuestra heroína) pone su punto de mira en las grandes corporaciones que atentan contra el medio ambiente y la integridad física del ser humano. En un tiempo en que el calentamiento global está a un paso de ser un mal irreversible y en el que las nuevas potencias se niegan a reducir sus emisiones en favor del uso de energías renovables para que su meteórico crecimiento económico no aminore, propuestas como esta que se atreven a meter el dedo en la llaga son dignas de alabanza. Pero claro, cuando las buenas intenciones de estos anti-sistema dejan a un lado la denuncia por el ojo poro ojo y se descubren como actos de venganza personal, todo ese tono reivindicativo del que presumen pierde todo significado.
Porque The East es una película de apariencias y desengaños. Las expectativas con las que uno entra al visionado no se sostienen ante una trama que peca de previsibilidad en su conjunto y de falta de verosimilitud en ciertos pasajes de su historia. Pero si como thriller el guión de Marling y Batmanglij se estrella, en su aspecto más psicológico –cuando se centran en su protagonista–, este gana muchos enteros. Es cuando profundizamos en los incipientes dilemas de Sarah (Marling), en cómo se relaciona tanto con sus superiores como con su entorno más cercanos y en la evolución que sigue hasta cuestionarse hasta el qué comer y cómo dormir, cuando The East se muestra más interesante, aunque sigue estando lejos de esa profundización que hacen algunos hitos del indie reciente como Otra Tierra (guionizada por la propia Brit junto a Mike Cahill) o Martha Marcy May Marlene (Sean Durkin, 2011).
Gatillazo que puede embaucar a unos cuantos con su envoltorio pseudopolítico pero propuesta ingenua y prescindible a todas luces. Una pena sobre todo cuando el mayor valor a reivindicar (que el agente infiltrado sea una mujer y no un hombre) pasa totalmente desapercibido y pierde su mérito.
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