El cine surcoreano ha logrado colarse en occidente a través de su visión del crimen. Ejemplos no faltan: Memories of Murder (2003), Encontré al Diablo (2010) la maravillosa Oldboy (2003)… La presentación más cruda y desagradable de la violencia entre iguales se mezcla con un poderosísimo uso de la fotografía y el sonido que eleva las historias a la categoría de fábulas audiovisuales. Na Hong-jin no es ningún novato en estas lides; hace tres años logró una nominación a mejor película y un premio a mejor cinta asiática en Sitges por su primer trabajo, titulado Chaser (Chugyeogja) y de similar tema al que ahora nos ocupa y que le ha valido el Premio al Mejor Director en el mismo Festival.
Dicha temática no es otra que la del crimen organizado que tan en boga está últimamente (Dinero Fácil, London Boulevard…) y que lo va a estar aún más en un futuro próximo con filmes como The Gangster Squad o Cicero. Esta vez ambientado, como no, en el continente asiático, más concretamente en la zona del Mar Amarillo que delimitan la bahía de Corea y la península china de Liaodong. La escasa profundidad de este mar y la cercanía de los tres países a los que baña ha favorecido el paso de refugiados y productos de contrabando de China y, sobre todo, Corea del Norte a la más avanzada Corea del Sur: el escenario perfecto para la aparición en escena de las mafias.
La realidad más allá de la noticia:
Hong-jin centra la historia en un taxista norcoreano llamado Gu-nam (Ha Jung-woo) que logró enviar a su mujer al otro lado de la frontera y ahora debe saldar la enorme deuda que contrajo con los delincuentes que la embarcaron. La historia se complica cuando el líder mafioso Myun (Kim Yun-seok) se ofrezca a pagarle la deuda a cambio de que nuestro protagonista cometa un asesinato en el país vecino.
Este argumento le sirve al director no sólo para contarnos una historia violenta y dramática, sino para poner de manifiesto la realidad de las dos Coreas y dejar claras varias cosas.
Primero: Por un lado está lo que nosotros vemos por la tele o leemos en los periódicos y por el otro está la realidad diaria de millones de personas. La muerte de Kim Jong-il ha hecho que se muestren en nuestro país escenas de dolor (real o fingido) de sus seguidores a razón de una nueva cada día. Antes de ello lo que veíamos era… nada, pero se oían muchas cosas malas (hablo por el público general, siempre hay algo más para quien busca). Hong-jin nos cuenta un relato completamente alejado de la política de ambos países y, precisamente por ello, más cercano al día a día real de las ciudades fronterizas.
Segundo: Da igual que hablemos de las mafias que embarcan a decenas de personas en endebles pateras o de quienes se traen de Rusia y otros países a mujeres engañadas para prostituirse. Los métodos pueden cambiar, pero la situación que denuncia esta película es la misma en todos los casos.
Determinación, rabia, destino:
La cinta nos deja con dos actuaciones admirables. El protagonista, Gu-nam, no habría sido el mismo de no ser por un Ha Jung-woo que se transforma literalmente en el personaje y en ningún momento da la impresión de estar interpretando a un personaje. Hace que el espectador vea a Gu-nam y no al actor que hay debajo.
El caso de Kim Yun-seok es un tanto diferente. Su cuidado por los detalles (las posturas, los gestos…) convierten a Myun en un personaje estrafalario, peligroso y, pese a todo, enormemente carismático. Merece la pena verlo en acción.
Mucha sangre, mucho tiempo:
Para ser justo no sólo se ha de hablar de las virtudes de este film, así que allá van los que son al parecer de un servidor los dos grandes fallos que comete el director/guionista.
El más obvio es su duración: Dos horas y media es demasiado tiempo para algo que se podría contar en mucho menos tiempo. Hong-jin logra encandilar al espectador durante casi todo el metraje, pero en los momentos en los que el ritmo decae las miradas se desplazan a las manecillas de reloj.
Del otro ya hablé hace tiempo a raíz de la malograda Conan. Me niego a creer que un hachazo por la espalda o un disparo que no se cura no sean motivo suficiente de muerte. O los asiáticos producen sangre a una velocidad muy superior a la de los occidentales o los protagonistas no son humanos, no hay más. Vale que se puedan exagerar ciertas cosas en favor de la fábula, pero cuando se llega al extremo de lo absurdo el espectador ya no se deja engañar.
En resumen:
The Yellow Sea es una cinta mucho más que interesante, tanto por la historia principal como por lo que subyace a ella. Para verla con tiempo.
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