Voy a ser sincero, hasta que he tenido la oportunidad de verla ahora por su reestreno, desconocía por completo que Cuando fuimos brujas es una película de 1990, considerada de culto, y que nos descubrió a la Björk actriz con tan solo 21 años. Y ha sido ahora cuando, al verla por fin, entiendo en parte esa aura de cinta de culto que tiene, pero tampoco la veo mucho más alejada de películas que cuentan lo mismo de una manera mucho más amena y entretenida. Cuando fuimos brujas seguramente sea referencia para muchos cineastas de la actualidad, ya que he podido ver ciertas cosas con La bruja de Robert Eggers, no por el terror, sino por la ambientación y que con pocos protagonistas es capaz de calar lo que quiere contar. Al final, Cuando fuimos brujas es un relato sobre el dolor de la pérdida y superar que hay cosas que no puedes cambiar. No voy a negar su posible atracción que pudiera tener en la época de su estreno, pero su reestreno solo hará ir a las salas a los fans de Björk o quienes quieran ver el clásico en pantalla grande.
Cuando fuimos brujas no tiene nada que ver con el terror, es más, no tiene ni que ver con las brujas. La historia se sitúa durante los últimos años de la Edad Media, cuando una mujer es acusada de brujería y quemada. Sus hijas, Margit y Katla escapan a las montañas, donde se refugian con un campesino viudo llamado Jóhann y con su hijo, Jónas, el cuál no aceptará que Katla esté con su padre y pensará que es una bruja. Con esta premisa, la cinta se colocará desde el punto del drama y el dolor de la perdida de un ser querido. Y lo hará desde dos perspectivas, del de las hermanas que será algo menos doloroso, y del de la otra familia, que será una penuria cada día que pasa. También intentará tocas temas como el miedo a que otra persona suplante el puesto de una madre o que los celos lleven a cometer actos realmente desagradables. Y como la soledad o el no saber realmente que es lo que se quiere puede ser un puñal en una relación. Aunque toda pinta bien, la cinta en muchas ocasiones aburre por la tranquilidad con la que se toma las cosa y que realmente nunca pasa nada dentro de ella, más allá de alguna secuencia en la que se intenta dar sentido a la trama. El resto es realmente olvidable.
Nietzchka Keene, directora de la cinta, se inspiró en un cuento de los hermanos Grimm, The Juniper Tree, y para la cinta contó con Björk, antes de que se hiciera mundialmente famosa años después por la publicación de Debut, su primer disco y que la posicionó como una cantante de referencia, pero antes de eso demostró que tenía algo para la interpretación, pues en Cuando fuimos brujas realiza una interpretación notable dando forma a un personaje que no sabes realmente qué es lo que siente. Y realmente es lo más destacado en cuanto interpretaciones, pues el resto del elenco cumple, pero tampoco aparecen suficiente en pantalla para dar una opinión, pues la que más aparece en pantalla y todo el peso de la trama recae sobre ella. Algo que también es bueno, dentro de la cinta y fuera de las interpretaciones, es el blanco y negro que utiliza, pues consigue atraparte. La banda sonora también es buena, pues consigue introducirte dentro de la trama y pensamientos de los personajes.
En definitiva, Cuando fuimos brujas es una cinta que puede gustar a los fans de Björk y a quienes quieran recuperar esta obra, considerada de culto, en pantalla grande. Para los demás, seguramente haya mejores películas en cartelera, de estreno, y que prometen mucho mas entretenimiento que esta cinta, que tiene aciertos, pero la verdad es que al final termina aburriendo un poco.
Deja un comentario: