Eran Riklis, el director israelí que llevó a cabo La novia Siria (Gran Premio en el festival de Montreal 2004) y Los limoneros (Premio del Público en el festival de Berlín de 2008), nos propone esta vez una road movie basada en la novela El director de recursos humanos, de Abraham B. Yehoshua.
A través del viaje que se ve obligado a emprender el director de recursos humanos de una empresa panadera debido a la muerte de una de sus trabajadoras, se critican temas tan diversos entre sí como son la inmigración, el terrorismo, la prensa o las relaciones familiares. El recorrido en el que se ve envuelto nuestro protagonista lo llevará fuera de Israel con el fin de devolver el cuerpo de la fallecida a su lugar de origen.
Los personajes protagonistas están muy bien logrados, a medida que avanza la película van sufriendo una evolución en cuanto a su comportamiento y cada minuto que pasa nos vamos sintiendo más identificados con ellos. Al principio pasan ante nuestros ojos de forma indiferente para al final terminar cogiéndoles cariño como si nosotros hubiéramos sido otro acompañante más durante su trayecto. Los personajes secundarios como el supervisor del departamento al que pertenecía Yulia y ella misma, aunque difunta y haga acto de presencia en pantalla durante tan solo unos segundos, desprenden en nosotros sentimientos de tristeza y lástima por lo que podemos decir que, pese a estar en un segundo plano, no pasan en vano.
Las interpretaciones de todos ellos son perfectas. Dentro de este esplendor sobresale la del director de recursos humanos, Mark Ivanir (La lista de Schindler, El buen pastor) quien hace de su personaje lo mejor de la película. El encargo que se le ha encomendado, de importancia a nivel nacional, termina por convertirse en algo personal, y así nos lo demuestra Ivanir, en quien puede observarse un claro cambio en cuanto a su forma de ser y actuar según pasan los minutos. Aparte hay que mencionar la actuación de Rozina Cambos, que logra que nos desternillemos de risa con su personaje de una cónsul bastante peculiar.
Las localizaciones muestran una Rumania fría, desapacible y sombría aunque, al mismo tiempo, hospitalaria, y un Jerusalén pobre y asustado, consiguiendo así una ambientación que encuadra perfectamente con la historia que se nos está contando. Para ayudar a esta labor se suma la canción principal Lume, lume (Mundo, mundo) cantada en rumano en cuya letra se resume uno de los mensajes principales de la película.
Perfectamente ambientada por tanto, y obteniendo una mezcla entre lo cómico y lo dramático, Riklis recrea este viaje que gracias a la muerte nos devuelve a la vida y nos invita a redescubrirnos a nosotros mismos como hace el director de recursos humanos.
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