Shirley: Los lienzos cobran vida

Shirley

Shirley: Visiones de una realidad

Título Original: Shirley: Visions of Reality

Director: Gustav Deutsch

Guión: Gustav Deutsch

Reparto: Stephanie Cumming, Christoph Bach, Florentín Groll

Austria / 2014 / 92′

Productora: KGP Kranzelbinder Gabriele Production

«Un choque de dos dinámicas artísticas, un homenaje de un artista a otro por medio de reinterpretar una obra original. Una inspiración y ganas de agrandar un legado sublime. El arte por el arte. Eso es Shirley. La película nace de la colección que componen los óleos de Edward Hopper. Colorida pero vacía, estática pero muy expresiva…

Un choque de dos dinámicas artísticas, un homenaje de un artista a otro por medio de reinterpretar una obra original. Una inspiración y ganas de agrandar un legado sublime. El arte por el arte. Eso es Shirley.

La película nace de la colección que componen los óleos de Edward Hopper. Colorida pero vacía, estática pero muy expresiva. Y por qué no decirlo también: con un halo pesimista que recorre cada pintura, a modo de reprobación de un mundo que parece desmoronarse, o que esconde una cara B detrás de esos brochazos y al tratamiento de luces y sombras. El pintor retrató a una sociedad, la estadounidense para ser exactos, en plena crisis, un ejemplo de país en constante trance durante el pasado Siglo XX. Sus obras fueron fuente de inspiración para muchos cineastas, y ahora es él el único germen para este largometraje, que reinterpreta el mensaje del artista poniendo pensamientos a composiciones calcadas de trece de sus cuadros más importantes. Su luz y su melancolía quedan intactas, ahora se le añaden palabras.

Stephanie Cumming y Christoph Bach en Shirley

Gustav Deutsch ha querido exprimir más ese mensaje de futilidad moderna que Hopper nos dejó en los museos. Como cualquier visitante a una galería, el director confecciona su propia interpretación de lo que ve, e inserta más contexto a sus pinturas, enlazando -mejor dicho, saltando- de un cuadro con otro con una mujer como protagonista, que participa de cada escena, ya sea en el salón de su casa con su pareja, o como una recién llegada a un hotel, divagando en su cama o buscando la inspiración en universo lírico y solitario de Emily Dickinson.

Y con la misma austeridad de montaje y guion, realiza el paso de una vida en tres décadas, la de Shirley (Stephanie Cumming), esa que ve la vida pasar desde diversas estancias, de Europa y de Estados Unidos. Como introducción a cada pasaje, un locutor de radio comunica los sucesos de cada año: desde la Gran Depresión hasta el gobierno de Kennedy.

Y desde los interiores, mirando por ventanas, puertas o vestíbulos de hotel se mira hacia un mundo hipócrita y desigualitario, o desde un cine, contemplando una realidad que no nos corresponde. Como las obras del pintor, que bien sabía evocar la angustia, como si lo que hubiera fuera fuese mentira.

Stephanie Cumming en Shirley

La fuerza de Shirley radica más en la exclusividad de su forma que en su contenido. Si bien ya el séptimo arte ha recogido reivindicaciones de mujeres oprimidas en una época que no les correspondía, no se ha inspirado tantas veces en la pintura.Y mediante imágenes que ya plasmó Hopper se compone el puzzle de una vida. La joven pasa de un lienzo a otro y los cuadros se convierten en pasajes de su historia, la de una mujer americana de los años 30 a los 60, una época aún ardua para ellas. Shirley Es testigo de su tiempo, escucha las noticias de la Segunda Guerra Mundial o el discurso de Martin Luther King. Las escenas suceden siempre a finales de agosto de diversos años, que son los mismos en los que el americano realizó los cuadros.

Esta pieza, más propia para pasearse por festivales que para una tarde de domingo, presenta la dualidad entre cine y pintura, y ambos se apoyan mutuamente en la narrativa final. El espectador se convierte en un visitante más, y que como quien observa un cuadro, se siente distante de la realidad que contempla. Escuchará, entenderá a Shirley desde su teatral escenario, pero no empatizará. La protagonista es distante en sus calculadas postales, y desde ellas difunde su monologo interior, inconexo a su época.

Deutsch expone su interpretación de trece obras. Cada uno, que escoja las suyas y haga su reinterpretación en su cabeza. Mientras, observen este experimento, analicen los matices, los colores, los gestos, y además, escuchen.

Acerca de María Aller

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Madrileña. Comunicadora. Periodista. Sagitaria. Bonne Vivante. Cine. Y festivales, series, libros, cocina, deporte... recomiéndame!

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