Tras su estreno en Francia en febrero de 2012 y su paso por las pantallas de buena parte de Europa llega a España Zarafa, una de las producciones más ambiciosas de la animación Europea. El filme nos lleva de la mano de Maki al siglo XIX para conocer a la primera jirafa de Francia, un regalo del pachá de Egipto al rey de Francia (Borbón, como el amante de los elefantes que reside en la Zarzuela), para tratar de buscar aliados en Europa que defendieran a Egipto de los turcos.
Cerca de ocho millones de euros ha costado llevar al cine esta historia en un esfuerzo que ha reunido a un notable equipo artístico de más de 250 personas que nos regalan la vista con unos diseños de paisajes que nos hacen pensar en la Disney de los buenos tiempos y en la Ghibli de los actuales y una animación y diseño de personajes que, sin ser sobresalientes, no decepcionan y recuerdan vagamente al estilo de filmes como El Príncipe de Egipto.
Sin embargo, las buenas intenciones de Zarafa se agotan pronto. Un pequeño apunte: Si diriges tu película a un público infantil y logras que dicho público comience a abandonar la sala a los diez minutos algo estás haciendo mal. Zarafa es una cinta dirigida y vendida como de consumo infantil que, por el contrario, las más de las veces es demasiado adulta –e incluso innecesariamente cruel- como para conquistar a los más pequeños. Por poner un ejemplo: Cuando uno vende una película como Madagascar está en realidad ofreciéndonos una historia mil veces contada, pero aderezada con tres toneladas de slapstick y unos personajes carismáticos con los que los chavales puedan identificarse. Zarafa no cumple ninguna de estas premisas. Su trama se complica mucho más de lo necesario, introduce personajes con cierto carisma a los que no da ningún uso y se queda con unos protagonistas que recuerdan a Dora la Exploradora en expresividad e interés.
Da la sensación de que la película sufre vaivenes entre los momentos en que toma a los niños por estúpidos y aquellos en que los toma por adultos. Cierto que entre medias hay escenas divertidas, pero muchas de estas tampoco vienen a cuento y provocan la risa tan rápido como se disipan en el olvido.
El proyecto lleva recaudados poco más de 11 millones gracias a las taquillas conjuntas de Francia, Mónaco, Argelia, Túnez y Marruecos, lugares en los que ya sea por el conocimiento del tema que trata (el filme se estrenó a la vez que una exposición parisina sobre la historia real del animal, bastante menos halagüeña, la verdad) o por la mayor cercanía de los personajes la recepción ha sido bastante más cálida que en el resto del mundo, ya que ni tan siquiera en Bélgica (co-productora del filme) ha aguantado más de un par de semanas en cartel.
En el fondo uno sale del cine con la sensación amarga de que se han desaprovechado muchos recursos y mucho arte en esta película. Revisando de nuevo capturas de la película no puedo si no quitarme el sobrero ante el detallismo logrado en algunos escenarios y el notable trabajo de los animadores. Todas las virtudes de Zarafa se ahogan en un guión tosco y vacío y una puesta en escena que no tiene en cuenta el público que va a ver la cinta (¡si es que casi no hay música en toda la película!)… Y es una pena.
Tal vez no sea el mejor ejemplo, pero si ponemos al filme de Rémi Bezançon y Jean-Christophe Lie frente a Tadeo Jones, aparte de encontrarnos con que la taquilla de nuestro filme duplica en menos tiempo a la francesa, veremos cómo uno puede llevar a personajes carismáticos por escenarios históricos de una manera mucho más divertida para los niños y sin necesidad de traumatizarles cada veinte minutos con algún acto de violencia gratuita ni dejarles al final con una historia cuya moraleja es… que no hay moraleja o, peor aún, que ningún acto tiene sus consecuencias.
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