Pero (y es que siempre hay un pero), como todo en esta vida, Una hora más en Canarias viene con truco. Esta deconstrucción de los géneros que se nos pretende mostrar no es más que un cambio de roles. Las pretendientas han adoptado los comportamientos típicos masculinos, mientras que el chico que está en medio de todo es justo lo contrario: tiene rasgos que en este tipo de comedias se suelen identificar con las mujeres. Y no es que esto sea malo, simplemente que estamos ante la solución fácil. La premisa viene a «romper» y ofrecer una vuelta de tuerca, y sin embargo la realidad es la de ofrecernos más de lo mismo.
Visto lo visto parece que tiene poco nuevo que ofrecer Una hora más en Canarias, pero tampoco nos llevemos a engaños. Es una comedia ideal para estas fechas y el paisaje que ofrece Tenerife es incomparable. Además, dos de sus protagonistas merecen una atención especial. El primero es el hombre que está metido en todos los líos: Quim Gutierrez. Acostumbrados a verle en papeles dramáticos y más serios como en Azul oscuro casi negro, Sangre de Mayo o la serie catalana El cor de la ciutat, es un placer verle en clave de comedia. Quizás el personaje de Pablo peca de ser demasiado ingenuo, pero hay está también parte de su encanto. Que un tipo sin grandes aspiraciones, obsesionado con los libros de autoayuda y con una vida que no invita a pensar en la cordura vuelva locas a tres chicas tan distintas hasta el punto de buscar las tretas más sucias para «eliminar» a la competencia, resulta, como mínimo, un tanto surrealista y muy divertido.
Las interpretaciones por lo general son bastante notables. Como la de Angie Cepeda, que se ve muy suelta siendo la causante de todos los embrollos que arrastran al resto de personajes. En cambio, por el otro lado tenemos a Elena (Miren Ibarguren), un poco pasada de vueltas y dentro de lo disparato de algunas situaciones es quien menos natural resulta.
Conviene aquí recordar el surrealismo que apuntamos un poco más arriba, que no se percibe únicamente en la forma de ser de unos personajes a cada cual más chiflado e impulsivo que los otros, sino que lo llegamos a ver de forma evidente en el personaje de Mónica… y es que ya sea metafórica o literalmente, el amor hace volar.
El film es muy predecible, se ve a leguas lo que va a ocurrir (poco se puede pedir a una comedia que ya se vende a sí misma como una historia que emula y se nutre de los convencionalismos del género), pero eso no quita que no tenga momentos divertidos y que alguna risotada se nos escape alegrándonos durante un buen rato. Ideal para una de estas calurosas tardes de verano en las que lo que menos apetece es pensar.
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