El artista francés Zanzim debuta como autor completo con esta obra que nos traslada tiempos de la Gran Guerra con un embaucador piloto de acrobacias como protagonista. Reclutado como mensajero, su avioneta cae derribada en una isla habitada por una sociedad de amazonas. Mujeriego empedernido cree estar en el Paraíso, pero pronto descubre que para él es justo lo contrario, y es relegado a las tareas más ingratas, el desprecio y la indiferencia de sus nuevas vecinas por una pura cuestión de género.
El autor plantea ideas muy interesantes en torno al concepto de la feminidad y la cuestión de género. Revierte los roles y pone el el foco de su aparente crítica el machismo imperante de nuestra sociedad. El hombre es vil, hedonista, el responsable de muchos de los males que asolan el mundo. Las mujeres, en cambio, representan un ideal de paz, solidaridad y de la superación de nuestra sociedad patriarcal.
Una apuesta poderosa, que no pasa de ser una apariencia. La crítica social que parece ir sembrando Zanzim a lo largo de la obra se diluye según se acerca el final de la misma. La valentía discursiva que nos vende no se termina de concretar y la resolución del relato no solo resulta decepcionante en este sentido, sino que provoca verdadera indiferencia.
Nos encontramos con un protagonista que, se mire por donde se mire, es un canalla. Habrá quien quiera ver una una intención en el autor de hablar del poder de la imaginación para crear historias, pero lo que realmente transmite al lector es la fuerza de la charlatanería. El piloto se sirve del engaño y la palabrería para salirse con la suya. A pesar de las diferentes situaciones a las que se enfrenta, no aprende ninguna lección. Su comportamiento va variando según sus necesidades, pero no abandona su actitud machista. Y ellas, las amazonas, caen presas de su palabrería y aprenden que la felicidad se consigue con un embarazo. Al final el conservadurismo y las convenciones sociales son las triunfantes.
De esta forma, La isla de las mujeres no pasa de ser un mero entretenimiento, sin visos de trascender o quedarse en nuestra memoria demasiado tiempo. Es, en definitiva, un pequeño relato de aventuras exóticas. En esta capa, sin embargo, poco se le puede reprochar al autor. Utiliza muy bien los recursos narrativos de los que dispone (desde flashbacks a imágenes oníricas), concibiendo una historia muy dinámica, con un excelente sentido del ritmo en la que los diferentes tonos (la comedia, la aventura y el drama) conjugan con gran acierto.
El dibujo es otro de los puntos fuertes de la obra. Con un estilo bastante sencillo, Zanzim crea personajes muy expresivos y (ayudado por el color de Hubert) sabe potenciar las emociones que intenta transmitir el guion en cada momento. El personal estilo del autor le viene como anillo al dedo a un relato en el que las ensoñaciones del protagonista y las metáforas visuales tienen gran importancia.
La isla de las mujeres no es un gran cómic, pero ofrece los suficientes incentivos como para querer seguir los próximos pasos de Zanzim como autor completo.
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