«Las azoteas de Gotham no tienen banda sonora«
ECC se ha atrevido a publicar el (justa o injustamente, eso ahora lo veremos) vilipendiado Hijo de la Fortuna que Gerard Jones y Gene Ha crearon para Batman a través de los consejos del gran Archie Goodwin. El cómic pone al Hombre Murciélago frente a un enemigo que nadie esperaría: la música rock. La dificultad para buscar una justificación medianamente creíble a este encargo (nacido de la esperanza de conectar con los amantes de la música) hizo que este proyecto se asemejara más a un mal viaje de ácido que a una aventura clásica de Batman. Sin embargo, la rareza del cómic en general y el cierto tufillo al Batman de los 60 (el de Adam West) convierten a Hijo de la Fortuna en un objeto de coleccionista que merece la pena conservar y rescatar dentro de muchos años.
El Joker, Dos Caras, Enigma… Los villanos recurrentes del enmascarado no tienen cabida más que a modo de cameo en un cómic cuyo argumento se parece más al de alguna de las series actuales de policías (la moderna Hawaii 5.0, Castle…) que al del Caballero Oscuro. Las oscuras calles de Gotham se abandonan en favor de unos paisajes que recuerdan a los de la soleada California y los personajes perturbados y retorcidos se intercambian por malvados productores musicales y cantantes cuyo sueño de fama y acordes de guitarra sobre un escenario hace años que ya no les llenan.
«Dios ha vuelto a venir«
Homenajes a Elvis, Hendrix, Lennon… Jones y Ha no se quedan cortos a la hora de retratar a los ídolos musicales de ayer y hoy a través de estrofas, letras e incluso apariciones estelares. Claro que el constante aroma a las drogas alucinógenas que envuelve al… ¿villano?, me resulta difícil catalogarlo como tal, convierte la práctica totalidad de las escenas del tomo en una especie de sueño nebuloso complicado de analizar.
La mayor parte de los escritores construyen sus relatos alrededor de una historia central de la que ya disponían, ya porque la imaginaron o por inspiración en otras obras. El problema de Hijo de la Fortuna es que sigue un camino totalmente distinto para su elaboración: sin una historia central, los autores partieron de la ambigua idea de «Batman + Rock & Roll = Historia» y esto no se sostiene de ninguna manera. En todo momento tenemos la sensación de estar leyendo algo vacío, Batman no parece el gran detective que todos recordamos, sino sólo un tipo perturbado y traumatizado que actúa al son de la justicia absoluta en la que o se es bueno o se es malo, sin términos medios.
Hijo de la Fortuna es, no puede verse de otra forma, una de esas rarezas que merece la pena conservar para poder fardar de su posesión en los años venideros, un one-shot sin consecuencias ni pretensiones que nos lleva a los años más coloridos y musicales del Caballero Oscuro.
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