Clayface regresa a las páginas de DC en un arco que explora su trastocada psicología.
«Resulta que no era Gordon«
Con cuatro número en su haber (Amanecer Dorado no pertenece al NuDC), llega a su fin en España la nueva etapa de la colección El Caballero Oscuro. Se ha tratado de una colección un tanto maltratada y de calidad variable en la que se ha dado prioridad a las pequeñas aventuras del enmascarado poco o nada relacionadas con las sagas principales del personaje y en las que se ha recuperado a villanos clásicos como el Espantapájaros, Bane o, ahora, al peligroso Clayface. No sólo eso, ECC ha editado parte de la colección a modo de historias breves para cerrar los números de la colección principal del héroe en grapa y, así, podemos diferenciar entre cuatro historias «grandes» por cuatro enemigos del murciélago (a los anteriores quedaría por añadir el Sombrerero Loco), algunas un tanto más cortas (como el Sin Voz del que hablamos hace poco) y el gran arco sobre Man Bat, que ha quedado injertado de manera un tanto lamentable aquí y allá tanto en la edición norteamericana como en la española.
El presente tomo, que abarca los números del #22 al #25 de la colección, se centra en el personaje de Clayface, al que ya habíamos visto previamente en Detective Comics (donde se hizo pasar por Bruce Wayne) y que ahora se convierte en algo más que el villano principal de la saga cuando Gregg Hurwitz decide ir un poco más allá y explorar qué es lo que convierte a un actor fracasado en un monstruo psicópata y con no demasiadas luces. Como ya ocurriera en Ciclo de Violencia, este arco sirve para graduar al enemigo de Batman y elevarlo por encima de los nuevos rostros advenedizos de Gotham al revelarnos un pasado más complejo y siniestro de lo que podríamos esperar en un primer instante.
«¡El actor más versátil que he visto jamás!«
Para ello el autor americano recurre a Basil Karlo. Tras años y años de reinterpretar al personaje por medio de alter egos que han ido del patético y deforme Preston Payne al fugaz Peter Malley Hurwitz vuelve a las raíces para rescatar al actor de filmes de serie B que creara en 1940 Bob Kane. El guionista actual, por el contrario, hace de Karlo un auténtico fracasado con un deseo malsano por destacar de alguna manera y que termina por relacionarse con quien no debe. Esta relación dará pie al nacimiento de Clayface pero, al contrario que en la versión original del cómic, no será la adopción de un viejo personaje suyo por un actor novato lo que despierte a la bestia, sino será precisamente el pago de las deudas contraídas el detonante de la paulatina conversión del actor narcisista en una bestia peligrosa y de cólera fácil.
Un nuevo dibujante toma el relevo al frente de la serie durante estos cuatro números. Alex Maleev no es un artista que me guste especialmente, pero es cierto que si bien su estilo borra de un plumazo la plasticidad de Clayface, también dota al cómic de un aspecto más tenebroso propio de la agitación interna que sacude a Batman en la actualidad y provee a la historia de Basil Karlo de un halo de tragedia que nunca habríamos podido imaginar encontrarnos al enfrentarnos a una historia del cambiaformas más famoso del universo DC, con permiso del Detective Marciano.
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