El actor pasea por una habitación de hotel. Lleva un mes encerrado. Camina con los hombros ligeramente levantados, ligeramente. En sus manos maneja con agilidad una navaja mientras practica con varias voces de chiflado, saca la lengua constantemente, como si fuera un perro. Su pelo está grasiento, no se ha lavado en días, y su mirada es punzante e inteligente pero terriblemente desequilibrada. Es la mirada de un demente. Es la mirada con la que Heath Ledger dotó a Joker. Y no solo superó al creado por Jack Nicholson décadas atrás, su trabajo fue tan exhaustivo y enfermizo que difícilmente podemos hablar de un villano que lo supere en toda la historia del cine. Ledger se asomó al abismo. Poco después murió. El genio no lo es del todo si no está loco.
El superhéroe, o héroe a secas, es lo que es gracias a esos malvados que hacen del mundo un lugar peor, que desatan el pánico, que hieren y mienten a propósito, que no sienten nada, que se arriesgan, que no les importa morir si acaban su trabajo. Christopher Nolan uno de los hombres más amados y odiados de la cinematografía lo sabe y aunque no dotó a su Batman Begins de un villano a la altura –regular Liam Neeson–, en El Caballero Oscuro se redimió incorporando en el filme la interpretación más salvaje, putrefacta, infecta, terrorífica y singularmente hipnótica del mejor malo de DC, Joker.
El entramado pesimista y oscuro que encierran las acciones terroristas de este perturbado pintado de payaso es pura adicción. Cada vez que aparece en la pantalla o en los vídeos estilo Al-Qaeda que el mismo Ledger rodó, saltan chispas. Es despiadado y cruel. Lo único que le pidieron a Ledger fue que leyera La Broma Asesina (Alan Moore, 1998), lo hizo y llegó más lejos. Todos, hasta los que atacan el Batman de Nolan, aman a este Joker. El tipo de carcajada histérica, el bufón de retorcido sentido del humor, el personaje que nos hizo creer que efectivamente el ser humano es malo por naturaleza, el único villano de la saga que actúa únicamente para demostrar lo podrida que está la sociedad. Y lo hace mediante la provocación del caos.
«Soy como un perro persiguiendo a los coches«
Pero ya no está, se acabó, no hay Joker. Esto hace más interesante pensar en la tercera entrega, The Dark Knight Rises. Esta vez el villano es Bane y su hándicap no es sólo acabar con Batman sino hacer olvidar, al menos durante más de dos horas, el monstruoso legado de Ledger.
La última broma de Nicholson
Pero empecemos por el principio, Tim Burton dirigió el primer Batman (sí, estoy obviando la serie de televisión). Se tituló simplemente Batman, el hombre murciélago era Michael Keaton y el villano fue un Joker muy bromista, perturbado y de ideas infantiles. Lo peor de este primer villano es su ridícula relación con Bruce Wayne. Se supone que fue este Joker quien mató a los padres de Bruce Wayne y después el hombre murciélago quien provocó el accidente que llenó de ácido su horrible sonrisa. Un recurso facilón para armar un guión más bien flojo.
Lo más divertido de Nicholson es su histérico comportamiento y sus miles de gadgets. La dentadura que saca cuando Batman está dándole una buena paliza o las gafas que se pone para decirle: «¿no serás capaz de pegar a un hombre con gafas?«, toda una sucesión de hilarantes escenas completan la última batalla de Batman y oye, esa última broma de Joker antes de morir ya es mítica. Pero donde realmente Burton realizó un maravilloso estudio de la venganza, de la monstruosidad y de la obsesión fue en el siguiente filme, Batman Returns.
Burton y su pingüino
El Pingüino del cómic tiene un aspecto normal, pero ahí aparece el director don excéntrico para dotarle de una apariencia monstruosa y grotesca con un retorcido sentido de la venganza que acaba por emparejarse con el retorcido sentido de la justicia que tiene Bruce Wayne. Una película oscura tanto por su estético como por su fondo, la más personal quizá de toda la saga.
El Pingüino de Danny DeVito es hasta ahora el segundo mejor villano de Batman. Burton derramó su personal universo en la escritura de este personaje, un hombre horriblemente feo abandonado (desechado) por sus padres, un hombre criado en el exilio, marginado en las cloacas como un animal con una panda de pingüinos y el resto de un circo abandonado como única compañía. Una especie de Eduardo Manostijeras con mala idea que un día decide salir al mundo y vengarse. ¿De qué? De todo, de los ciudadanos, de los políticos, de los buenos y de los malos. Y ¿cómo? Presentándose a la alcaldía como vehículo para algo más grande, digamos que El Pingüino es un político desalmado cuya relación con Batman es la misma que la de un corredor de fondo y un obstáculo.
Y entre estos dos personajes aparece Catwoman, otra pieza errática del puzzle. Otro villano de intereses superfluos. Otra razón para amar la profesión de esos que se dedican a putear al hombre murciélago.
La exasperante sobreactuación de los villanos
Quizá el ser más malvado al que se ha tenido que enfrentar Batman sea Joel Schumacher. El director de las dos peores películas de la saga. Pero vamos a diseccionar a sus malos.
Primero Batman Forever. Aquí tenemos a un Dos Caras interpretado por Tommy Lee Jones. Exagerado y completamente fuera de su rol de trastornado con doble personalidad. Aquí no es más que el malo fanfarrón, exasperante y bobo típico de cualquier película infantil. Muy a la par con Enigma. El villano más absurdo de la saga (puede leer las mentes con su bastón mágico) es interpretado por ese histriónico actor que sobreactúa en el 80% de sus películas (esta es una de ellas) su nombre es Jim Carrey y su personaje es absolutamente previsible y odioso. Schumacher no dota de profundidad a ninguno de ellos y así es imposible plasmar un mínimo de tensión a la lucha del hombre murciélago –esta vez Val Kilmer– contra el mal.
Pero peor es todavía Batman y Robin. Si en Batman Returns el héroe y los dos villanos competían por ver quién era más retorcido en esta entrega Batman, Robin, Poison Ivy, Mr. Freeze, Bane y (ojo) Batgirl compiten para ver quién es el personaje más absurdo de todos. Los colorines del filme –que ya eran dañinos en la anterior de Schumacher– se vuelven aquí una fiesta. Los disfraces de todos ellos son ridículos (sobre todo los de la batalla final) y el carácter bonachón y bromista de esta Batman interpretado por George Clooney es terriblemente innecesario. Uma Thurman va enamorando a todos los personajes del filme ni ton ni son con su aliento mientras Arnold Schwarzenegger se divierte helando cosas. De sus vidas, objetivos, inquietudes no sabemos nada. Los villanos de Shumacher se sobrepasan sin motivo. ¿Las consecuencias? Adiós a la saga.
El hombre que resucitó al murciélago
Y entonces vino Nolan y lo arregló todo con Batman Begins, una película seria, puro cine. Su primer villano, Ra’s al Ghul, es algo flojo pero con suficientes tablas como para marcar un camino. El terrorismo contra el poder o contra la moral establecida. ¿Qué está bien y qué mal? La eterna pregunta del murciélago. ¿Vale la pena salvar a una sociedad a veces tan despreciable?
En el primer filme hay un personaje que salva la precariedad de Ra’s al Ghul. Es el Espantapájaros, el tipo que con un saco en la cabeza y un gas es capaz de sacar la podredumbre interior de cualquiera que se ponga en su camino, incluido Batman. Cillian Murphy, el actor de rostro ambiguo, es el encargado de dar cara a este villano que simboliza la locura del mito. También a parece en la segunda parte, al igual que la mafia, siempre visible en los filmes de Nolan. En la primera es Carmine (enorme Tom Wilkinson) en la segunda parte es Maroni (Eric Roberts), menos ambicioso que Carmine pero también mucho más inteligente.
En El caballero oscuro, a pesar de la aplastante presencia de Joker, el verdadero villano está dentro de ese fiscal impoluto interpretado por Aaron Eckhart. Su dramática historia dará lugar a un renacido y malvado ser con media cara quemada. Un Dos Caras creado por Joker, un arma más del bufón cuyo único objetivo es vengarse de manera aleatoria, a través de su moneda, de aquellos que le destrozaron el rostro y la vida. El símbolo blanco de Gotham se vuelve villano. La corrosión del héroe es en este caso fugaz. A Batman nunca le puede pasar esto, porque Batman es un héroe deforme y amoral. Harvey Dent era un héroe real y puro.
Tras el magnífico Joker, Nolan ha elegido a Bane como protagonista de la tercera y última entrega. El hombre que consiguió quebrar a Batman (en los cómics le parte la espalda) no sólo es fuerza bruta. Se crió en la cárcel, estudió toda su infancia y adolescencia, se entrenó y sobrevivió en un mundo despiadado. Este será el tercer villano (en la era Nolan) encargado de sembrar la duda en el hombre murciélago. Se espera un final inabarcable, apoteósico.
EXTRAS
Nolan: Amor y odio
Los que aman a Nolan lo hacen por su grandiosidad a la hora de retratar cualquier cosa, su Batman es el más humano y por tanto el más oscuro, el menos héroe, el más errático de todos los que se han trasladado a la pantalla. Sus películas sobre Bruce Wayne son realistas, con personajes reales –a Nolan no le gustan ni Robin o Catwoman (a pesar de que esta última ha conseguido entrar en la tercera parte)– por eso ha inflado de protagonismo a James Gordon, mirando de reojo Batman: Año Uno, por eso ha escrito al Dos Caras más humano, por eso ha esculpido una Gotham con tantas sombras como luces que acoge a políticos corruptos, fiscales valientes, empresarios honestos y deshonestos. Una ciudad real.
Los que odian a Nolan suelen ser puristas del cómic, los que se han ofendido al ver como el director de Memento ha despojado su creación de cualquier rastro del universo gótico que acompaña casi siempre al hombre murciélago. Nolan ha hecho cine profundo, complejo y rabiosamente actual de una serie a la que Tim Burton dotó de imaginación, espontaneidad y un oscuro sentido artístico. Dos miradas distintas y perfectamente válidas. Pero no cabe ninguna duda de que el Batman de Christopher Nolan es inabarcable, sobre todo su segunda parte. Tanto por la enorme capacidad del director para rodar un drama apoteósico basado en la rivalidad entre dos hombres amorales, como por hacer de un super-héroe un anti héroe, un fugitivo, un perdedor.
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