Batman: Alegría

Batman. Alegría: Lo contrario al miedo

Batman: Alegría«Bien, ¿cuál es tu nombre de superhéroe?«

 

Nos encontramos hoy con un cómic en el que, trasteando con la fórmula química del gas del miedo del Espantapájaros, alguien logra crear un nuevo tipo de droga que le da la vuelta a los efectos del compuesto del doctor Crane para generar en quienes la consumen… ¿alegría? Sinceramente, dudo que un compuesto que haga lo contrario que el gas del miedo tenga este efecto, mi intuición me lleva a pensar más en una sensación constante de seguridad, aún en las situaciones más extremas, en una droga capaz de hacer que un señor con claustrofobia se deje encadenar y meter en un cajón para ser enterrado vivo. Aún llevándolo a algo más positivo, creo que lo contrario al miedo vendría a ser el valor de enfrentarse a aquello que nos aterra, para superarlo y poder progresar en la vida.

 

Pero recordemos que esto que tenemos en las manos, este cómic que nos trae ahora ECC, no es la vida real, sino un mundo de ficción en el que un señor puede disfrazarse de murciélago para impartir justicia y puede también adoptar a una serie de críos huérfanos para llevárselos de juerga y palizas nocturnas. Hasta que uno de esos chavales se muera. Y regrese de la muerte convertido en una máquina de matar sedienta de venganza… y más tarde de redención. En un mundo así es factible que el gas del aparentemente difunto Espantapájaros sea pervertido hacia una droga que nos sume en una retahíla infinita de nuestros recuerdos más alegres… hasta que nos abandonamos a ella y morimos por la debilidad o por el coma inducido por su sobredosis. Si el mundo fuera un poco más parecido al de Batman y Capucha Roja… Entonces sí, las ‘lágrimas alegres’ causarían estragos entre una población necesitada de olvidar todo el sufrimiento y el terror del día a día en un presente que no ha terminado de clarear desde que el covid nos encerrara en nuestras casas hace ahora tres años y medio.

 

«Batman no puede ir por ahí cambiando de Robin sin que me dé cuenta«

 

Chip Zdarsky nos cuenta como tanto el Caballero Oscuro como quien fuera durante algún tiempo el más cabezota de sus Robin se lanzan a las calles de Gotham por separado para sacar de circulación esta peligrosa droga que está poniendo a la gente los bajos fondos en jaque. La historia servirá para que Jason vuelva a cometer un error terrible y para que Bruce trate de una vez de enterrar el hacha de guerra cuando el que fuera su pupilo se lance de cabeza a salvarle sin pensárselo dos veces. Se nota que Zdarsky no es ningún novato y la aventura se lee del tirón y se disfruta de principio a fin. Es más: estando como está íntimamente entrelazada con sucesos pasados y futuros de DC, es perfectamente disfrutable para quien no esté al día con los cómics del universo que contiene a la Liga de la Justicia.

 

Batman: Alegría

Batman: Alegría

 

Pero yo me quedo con una lectura algo más seria y siniestra de este cómic. Este verano hemos escuchado mucho hablar del fentanilo, esa droga sintética que la gente de la calle ha venido en llamar la ‘droga zombie‘ y que está arrasando (para mal) en Estados Unidos. Pero lo cierto es que ya en 2016 esta droga, que es cincuenta veces más potente que la heroína, mataba a más de veinte mil personas en Norteamérica cada año (siendo la causa de muerte por sobredosis más frecuente en aquel país) y en 2021, cuando este cómic vio la luz, ya era un problema gravísimo (con más de ochenta mil muertes ese año causadas por el consumo de opioides). Las ‘lágrimas alegres‘ no son sino una manera convertir este terrible drama en algo que funcione en un universo de héroes con capas. Zdarsky no se detiene demasiado en analizar qué es lo que lleva a tanta gente a engancharse a esta peligrosa droga, sino que se limita a tratar de sacarla de las calles. Exactamente lo mismo que están haciendo hoy en día unos Estados Unidos que no se atreven a enfrentarse a la raíz del problema: por qué tanta gente decide que quiere dejar de sentir.

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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