«No mucha gente me hace reír, pero estoy aquí por tu número«
De verdad que agradecería una pequeña introducción en los cómics que pone ECC en nuestras estanterías. Así podría enterarme de cómo se fraguó la llegada de Katana Collins (una novelista especializada en la literatura rosa y erótica) a las páginas de Batman – Caballero Blanco Presenta para escribir un especial de seis números sobre Harley Quinn en base a una historia de Sean Murphy (por supuesto, para algo estamos hablando de su Murphyverso) con dibujos de Matteo Scalera. A mí, al menos, me parece relevante el conocer cómo se llegó a esta apuesta que, a la postre, le ha salido tan bien a DC. Le aportaría un valor añadido a un cómic que, por otra parte, se nos vende dentro de la etiqueta de DC Black Label. Si no, uno ha de acudir a entrevistas como la que le hacen las buenas gentes de Screen Rant a Collins y Scalera para enterarnos que la primera no es otra que la mujer de Murphy mientras que el segundo es amigo de ambos desde hace casi diez años. Misterio resuelto. Gracias Google.
Lo cierto es que no sé si será por la familiaridad de haber visto a su marido escribir algunas de las historias más interesantes del Caballero Oscuro de los últimos años o por la posibilidad de escribir este cómic a dos manos junto a él, pero Collins se mimetiza a la perfección con el estilo que ha definido a este rincón de la editorial de Batman, Superman y Wonder Woman. Si bien es cierto que la historia de Murphy ruge en las tripas del relato de Collins como el motor de un bólido, la autora recoge el personaje allí donde quedó al final de la Maldición del Caballero Blanco y lo lleva más allá en una Gotham nueva (que no habíamos visto antes en los cómics), añadiéndole un par de pellizcos de su propia personalidad y dotándola de una buena dosis de trasfondo y personalidad que la humanizan y la acercan a los lectores.
«No me marcharé hasta que todos estén a salvo«
Digo que es una Gotham nueva porque Murphy y Collins nos llevan a una ciudad gótica en la que las capas y los disfraces han caído. Dos años después de la derrota de Azrael, Bruce Wayne cumple su condena en prisión sin que parezca estar pasándolo especialmente mal y los grandes pirados que a él se enfrentaron en el pasado se han retirado para dedicarse a otros menesteres… o para hacer cosas parecidas, pero con menos fuegos de artificio. Es en este nuevo ecosistema en el que Harley trata de salir adelante mientras cría a los dos niños que tuvo con Jack Napier antes de que éste volviera a ser el Joker y es también a este escenario al que salen a actuar dos nuevos villanos (el Productor y la Estrella) que se dedican a asesinar a viejas glorias de la época dorada del cine en blanco y negro. La UAG a la que se unieran todos los antiguos aliados de Batman le pide a Quinn que les ayude a trazar el perfil psicológico de esta nueva amenaza y nuestra protagonista dudará entre su tranquila vida actual y la agitada vida de la investigadora y psicóloga que la podría acercar de nuevo al borde del abismo del que pudo escapar.
La Harley Quinn de Collins y Murphy es un personajazo. Se nota que el guionista le tiene mucho cariño al personaje y su esposa ha sido capaz de dotar a Harley de un trasfondo real que bien se podría basar en su propia vida (vuelve a faltarme un buen prólogo aquí). Lo más importante es que, una vez cerrado este tomo de poco más de ciento cincuenta páginas (y unos veinte euros), el lector se queda con ganas de leer más casos de la investigadora Quinn. Con Batman entre rejas y el resto de héroes trabajando para la policía parece ser que sigue quedando alguien en Gotham dispuesto a mancharse las mallas con tal de que se haga justicia.
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