Cuando nuestro compañero Prous habló de La Maldición del Caballero Blanco (y posteriormente de la miniserie dedicada a Harley Quinn) no dudó en hablar del término «murphyverso» como una forma de referirse al mundo que se escapaba por todas las ventanas de su exitoso Caballero Blanco y que con gran habilidad (y buen ojo para sacar provecho de los cimientos creados) desarrolló y expandió a partir de la secuela que nos ocupa.
«Os pido permiso para ser Batman por última vez«
Porque La Maldición del Caballero Blanco es, a la vez, secuela o segundo acto de la obra original y punto de arranque para todo el «murphyverso». Si bien es cierto que el cómic original tenía un final que podía dejar satisfecho a todo el mundo y no precisaba necesariamente de una continuación, esta Maldición sabe recoger los flecos de aquella para darle una contundente vuelta de tuerca y darle una nueva e interesante lectura. Y lo hace de tal manera que se hace complicado no hablar de El Caballero Blanco y de La Maldición del Caballero Blanco como otra cosa que no sea un todo porque con esta aventura se cierra el viaje de sus principales personajes. Ni el Joker (o Jack Napier) dijo todo lo que tenía que decir en el anterior volumen, ni el propio Batman dio por concluida su fustigación redentora.
La aparición de Azrael no hace sino subrayar las torturosas dinámicas entre los personajes y la ciudad en la que habitan. Como hiciera, por ejemplo, Scott Snyder en su ya icónica etapa al frente del murciélago (creando conceptos como el Tribunal de los Búhos), Murphy acude al mismo origen de Gotham para establecer conexiones endiabladas con Bruce y el legado de los Wayne, poniendo sobre la mesa secretos con el poder de destruirlo todo.
De nuevo, tan interesante es lo que se cuenta como lo que se omite y lo que se cuela entre las ventanas. Personajes que cogen el testigo, mitos que desaparecen, cambio de reglas… La maldición del Caballero Blanco no solo concluye el viaje de Batman a través de sus obsesiones, sino que pone en marcha el futuro de este rinconcito del universo DC que estamos deseosos de poder visitar muchas más veces en el futuro.
En cuanto a la edición de ECC, lo de siempre en los DC Pocket, tamaño ajustadísimo que desluce el trabajo artístico, pero a un precio muy asequible. Incluye además el especial dedicado a Von Frío (que profundiza en la figura Thomas Wayne) y un collage de portadas alternativas. Mencionar también algunas (pocas) erratas en diálogos puntuales.
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