Maldad Eterna llega a la línea DC Pocket, el formato de batalla de ECC Ediciones al que llegan buena parte de sus bestsellers para que cualquiera pueda acceder a ellos al mejor precio. Como en todos los trabajos que llegan a esta edición, el precio a pagar es una pérdida en calidad, en cuanto a que la reducción de tamaño repercute en el dibujo (y con un tipo tan detallista como David Finch a los lápices se nota en exceso). Pero por 9.95€ es difícil encontrar nada mejor.
«Niveles de energía bajos, friki patético»
Siendo secuela/consecuencia de la Guerra de la Trinidad, Geoff Johns (artífice de la saga que nos ocupa) plantea un relato que puede disfrutarse de manera independiente. Es más, en su edición original Maldad Eterna contó con varios tie-ins que tampoco tienen incidencia en la historia (no hay siquiera ningún asterisco que aluda a ellos en toda la saga). Así, la inclusión de Maldad Eterna en DC Pocket es ejemplar. Lectura cerrada que no requiere más que de las nociones básicas en cuestiones deceítas para disfrutarla. Y eso que aparecen un buen puñado de personajes y que la amenaza a la que se enfrentan nuestros héroes tiene mucha historia detrás. Pero Johns diseña una aventura muy accesible para todo el mundo.
Con los principales tótems de la editorial en un segundo plano (Batman al margen, por lo que sea él siempre está presente), Maldad Eterna nos permite conocer mejor a personajes secundarios y sospechosos habituales, siendo Lex Luthor la figura central del cómic. El villano se erige como principal protagonista, por necesidad y voluntad, haciendo incluso de narrador de la saga. Salvo en muy contadas excepciones, la nemesis supermanera es quien nos sirve de guía y nos hace partícipes de la aventura desde su siempre personal punto de vista. Algo que resulta muy interesante, máxime cuando en ningún momento intenta justificarse o suavizar sus actos. Es consciente y consecuente con lo que hace.
El trabajo de Johns con Luthor y quiénes le rodean es el punto más atractivo de una obra que, por otro lado, tiende a volverse demasiado rocambolesca e histriónica en algunos de sus pasajes. El guionsita juega con el reverso oscuro de algunos de los iconos de la editorial, pero le falta precisión, cayendo más de la cuenta en la parodia de los mismos. Una pena, porque por lo demás estamos ante un blockbuster muy disfrutable que nos recuerda que en determinadas circunstancias la percepción de quién es malo y quién no es relativa.
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