Su salida como director de Doctor Strange en el multiverso de la locura dio a Scott Derrickson la inesperada oportunidad de lanzarse a un proyecto que llevaba persiguiendo desde hacía tiempo, la adaptación de un relato corto de Joe Hill acerca de un chico que ha sido secuestrado por un misterioso hombre y del que solo podrá escapar con la ayuda de sus anteriores víctimas. De forma muy resumida y sin spoilers -intentad no ver el tráiler promocional- esa es la premisa de Black Phone, un thriller de terror con un marcado espíritu de fábula infantil.
A su manera Black Phone puede verse una reinterpretación macabra del cuento de Caperucita. No faltan ni el lobo, ni los infantes como objeto de perversos y terroríficos deseos. El propio relato, de un Joe Hill todavía muy influenciado por la figura de Stephen King, tiene un carácter de aventura juvenil que evoca directamente a la novela It (muy presente en forma de guiños nada velados) o a trabajos posteriores del propio escritor, como NOS4A2. Monstruos que se creen personas adultas y niños obligados a dejar atrás la inocencia y encaminarse a la madurez de la forma más traumática y dolorosa posible.
Aderezado con un punto fantástico que nos retrotrae a títulos como El Resplandor (en Black Phone todo queda en casa) y con muy dosificados pero efectivos sustos, el terror se siente real y tangible. La pesadilla de Finn y Gwen (unos jovencísimos y sorprendentes Mason Thames y Madeleine McGraw) arranca en casa, lugar donde pierden la infancia a golpes; sigue en la escuela, en un contexto de bullying y situada en un suburbio deprimido (como el resto de EEUU en 1978) y temeroso por unos crímenes a los que no consigue dar respuesta; y es rematado por ese hombre del saco encarnado por un Ethan Hawke que estremece más por lo que intuímos de él que por lo que nos enseña abiertamente, y que se postula como candidato a codearse con figuras como Pennywise o Charles Manx como protagonista de las pesadillas infantiles.
La misma fotografía y montaje juegan a crear un ambiente áspero y desasosegante. La sensación de que algo terrible va a pasar está presente en cada esquina y los pocos puntos de humor que Derrickson se atreve a plantar, más que calmar la tensión vuelve más perturbador el conjunto. Más que sorprender o apoyarse en el golpe de efecto del susto, Black Phone busca generar sensaciones y estados de ánimo. Es más un coming-of-age o una aventura juvenil siniestra que el producto tipo de terror al que nos tiene acostumbrado el sello Blumhouse.
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