Nacido en China y nieto de yakuza, con esporádicas inquietudes cinematográficas (participó en la saga Guinea Pig, Hideshi Hino es un autor al que no le gustan las etiquetas, tanto que cuando califican su obra (con títulos como El niño gusano, Circo de monstruos, Criatura maldita, Panorama infernal o El hijo del diablo) de terror, rechaza el concepto y habla de fábulas infantiles.
El veterano mangaka ha pasado recientemente por nuestro país protagonizando un interesante encuentro moderado por el crítico Jesús Palacios en Omega Center, céntrica tienda de cómics que se caracteriza por mover la agenda cultural madrileña con multitud de coloquios y charlas sobre el noveno arte. En este escenario, Hino ha hablado con el autor del libro Eroguro y los asistentes acerca de sus influencias y la forma en la que ve su propia obra en contraposición a las reacciones que siempre ha despertado entre el público.
Sin tomarse demasiado en serio a sí mismo, el mangaka hace memoria en busca de las referencias que le han marcado desde joven, aludiendo a los primeros relatos que leía de niño, principalmente historias sobre samuráis o de temática kaidan (que vendrían a ser historias extrañas o misteriosas, sobre fantasmas, con un matiz de pasado, muy ancladas al folklore y la tradición japonesa).
Le interesaban tanto las historias de terror de su país como las protagonizadas por los monstruos clásicos, esto es, Drácula, el hombre lobo, Frankenstein… Y para explicar el porqué de su fijación por estas criaturas popularizadas en su día por Universal Pictures (no en vano en la cultura popular a este grupo se le ha terminado conociendo como “los monstruos de la Universal”) establece una distinción entre el terror producido en Japón y el consumido en Occidente.
Según Hino, el occidental “aporta más sentimiento”. El terror japonés suele tener un componente vengativo, de espíritus que vuelven para atormentar a quien les mató. Subraya mucho la importancia del Frankenstein de Mary Shelley en su vida, hasta el punto de jugar de forma recurrente a ser el monstruo de Frankenstein con su padre cuando no era más que un niño.
El monstruo de Frankenstein y las otras criaturas citadas resultan claves para comprender su obra, pues “no nacieron queriendo ser así, pero lo son y tienen que vivir con ello”. Es decir, el monstruo en el mundo de Hideshi Hino no lo es por voluntad propia. Es su naturaleza.
Frankenstein o el moderno Prometeo resulta una referencia determinante, pues supone una importante base de su obra. Hino reconoce no saber exactamente de dónde viene su interés por la corrupción del cuerpo (a través de enfermedades, deformidades…), pero enfatiza que “todo viene de Frankenstein”, no ha encontrado otra obra que pudiera “superar la impresión que me causó (…) la influencia de Frankenstein es muy fuerte” en su trayectoria. Siguiendo por esa línea de referentes occidentales, el autor concreta en El niño gusano (trágica historia de un rapaz acosado en la escuela al que una picadura cambia la vida), cuyo germen surgió de Kafka y su Metamorfosis. Al respecto Hino se preguntó cómo podría ser la obra del escritor checo si fuera un manga.
Con esta visión torturada sobre lo monstruoso, ¿cómo entiende Hideshi Hino el terror? El japonés de origen chino confiesa que el concepto del terror en su obra es algo que ha surgido a posteriori. No pensó en ningún momento que estuviera haciendo relatos de terror. Para él su obra no es de terror, pero entiende que la gente lo vea así por el tipo de dibujo que realiza o el uso que hace de las sombras.
Reconoce su respeto por la producción de autores coetáneos como Suehiro Maruo o Junji Ito, al tiempo que muestra su decepción por el estado del manga de terror en la actualidad. “La única esperanza del manga de terror actual en Japón es Junji Ito”. Señalando la falta de revistas temáticas de terror como uno de los factores principales de esta situación.
Como apunte final, Hino comenta que casi todo su trabajo sigue siendo a mano, aunque para trabajar el color de sus nuevos libros aplica también técnicas digitales: da una capa de color en digital, imprime la página en un papel que no dé brillo y aplica una segunda capa de color a mano.
Fotos: Omega Center / Pop Culture
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