A Christophe Barratier le conocimos hace algunos años gracias a Los chicos del coro, ópera prima con la que nos recordó porque la cinematografía francesa es una de las más ricas de Europa. Ahora, siete años después, vuelve a rodearse de niños para traernos La guerra de los botones, adaptación de la novela homónima de Louis Pergaud, una conmovedora historia ambientada en la Francia ocupada y con una «guerra» muy particular como centro de atención para sus jóvenes protagonistas.
P: Cuando la película se estrenó en Francia se dio la curiosa circunstancia de que justo la semana antes se había estrenado otro film basado en el mismo libro. ¿Cómo os afectó ese hecho? ¿Qué sensaciones tuviste?
R: Fue desagradable, tanto para ellos como para nosotros. Cuando por fin los derechos del libro fueron a dominio público, surgieron en seguida cinco proyectos para hacer la película. Murieron tres y sobrevivimos dos y entonces hubo esa guerra de La guerra de los botones porque claro, ¿quién iba a salir el primero? Pensábamos que el que saliera primero iba a ganar la batalla, la apuesta al otro. Además, cuando se hace una película uno ya está en competición consigo mismo. Además la prensa no hizo más que hablar de eso, sin hablar del contenido de las películas, solo de los dos proyectos. Yo, el miedo que tenía era que esa competición malsana generase el rechazo del espectador. Afortunadamente no ha pasado.
P: ¿Por qué ambientarla en la 2ª GM? ¿Qué le aportaba a la historia?
R: Pensaba que esa historia continua de batallas de los pueblos podría ser bastante repetitiva y aburrida. Ahora, llevándolo dentro del contexto de la 2ª GM podía generar más conflicto, más suspense y por lo tanto, más interés para el espectador.
P: Este es el punto que la diferencia de la otra película…
R: Yo creo que la película es más bien de jóvenes – niños, la mía se dirige a niños a partir de 8 años, que tienen cierta noción de la historia.
P: Este contexto aporta además otra lectura, por un lado tenemos la guerra de los niños y también está la guerra, la de los adultos…
R: Claro, al fin y al cabo es una guerra que se convierte en una especie de guerra iniciática porque a los niños se les lleva dentro de la historia que les obliga a tomar partido dentro de un conflicto, algo realmente serio, importante. Y además yo creo que el contexto de la guerra aporta un elemento de suspense. Esa guerra de los botones suministra una especie de formación para esos jóvenes, porque al final todo el pueblo se moviliza para salvar a la judía. Entonces lo que aporta son unos valores muy importantes que surgen gracias a eso.
P: En España cuando se hace una película sobre la Guerra Civil o tomándola como contexto se la suele ver con cierto rechazo, es una más. ¿En Francia sucede algo similar cuando se hace alguna película que usa elementos de la 2ª GM?
R: Yo creo que no. No provoca rechazo porque hay muchísimas historias diferentes que se han generado a partir de la 2ª GM en Francia. Está la colaboración, está el genocidio de los judíos, está la resistencia, está de Gaulle… hay tantas y tantas cosas. Vamos, si no me equivoco creo que se han hecho, sólo sobre la 2ª GM, o sea, todos los acontecimientos desde el principio hasta el final, más de 40.000 películas en el mundo entero. Da para mucho. Además, desde hace 20 años se puede realmente abordar el tema de la maldad de muchos franceses, porque al principio era muy fácil: los alemanes eran los malos. Pero ahora, desde hace 20 años, se puede tratar todo el tema de la complicidad de muchos franceses que han tratado muy mal a sus hermanos y con esto se generan más historias.
P: En cuanto al trabajo con niños, entiendo que una parte muy importante está en el casting ¿no?
R: Encontrar al niño perfecto significa ver a muchos niños. Un niño en sí no es actor, hay que encontrarlo en su naturaleza. No se puede hablar de dirigir a un niño; el 80% del trabajo de dirigir al niño actor es dar con el niño adecuado que, a partir de su naturaleza, hace ya lo que se adecúa al personaje que tú quieres, y no al revés. Como anécdota, había un joven actor que se llamaba Mehdi que había hecho muchas películas, un poco como Joselito aquí. Y había un crítico bastante malo que dijo: «Todos los niños son buenos actores salvo Mehdi» (risas).
P: En todos tus proyectos siempre cuentas con Kad Merad, ¿qué te aporta que no te de otro actor?
R: Bueno, a Kad Merad hay que decir yo le di su primer papel serio, él hacía shows cómicos en televisión y cuando le propuse su primer papel serio se sorprendió. Primero en mi cortometraje, después ya vino Los chicos del coro y hemos visto el gran actor que es. Yo creo que cuando uno descubre tiene ganas de continuar, se crea esa especie de ‘entente’ como se dice y teníamos ganas de explorar y llegar hasta el final y esto es lo que pasa con él. Tres (películas) está bien, ahora ya veremos.
P: ¿Y qué nos puedes contar acerca de tu faceta de productor?
R: Es una cosa que he dejado de lado de momento. Me he dado cuenta de que me gusta más estar detrás de una cámara que de producir; una película no tiene nada que ver con los negocios, la financiación, etc. Me doy cuenta de que, por ejemplo, como realizador me puedo permitir una cierta naïveté (ingenuidad) que está bien, pero para un productor ser naif no es señal de calidad, puede ser hasta un desastre. Pero me gusta esa capacidad de poder tener esa naïveté como realizador.
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