De los directores de Yo Presidente y El artista, llega la película El Hombre de al Lado, adaptación del guión de Andrés Duprat, que está basado en una experiencia vital de él mismo y que cuenta con Daniel Aráoz y Rafael Spregelburd como protagonistas. Un año más tarde de su estreno en Argentina, podemos disfrutar ya de este film de Mariano Cohn y Gastón Duprat, un relato intimista y personalista que luchó por llevarse el Goya en 2010 como Mejor Película Extranjera de Habla no Hispana. Fue ganadora de tres Cóndor de Plata a Mejor guión original, Mejor actor protagónico y Mejor música y de cinco Premios Sur, otorgados por la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina.
Con motivo de su estreno en España, contamos con la presencia de Daniel Aráoz y Andrés Duprat, quienes reivindican un cine diferente a las grandes producciones americanas y abogan por proyectos más personalistas que consigan que el espectador salga pensativo de la sala de cine.
Pregunta: El guión se basa en una experiencia personal, ¿qué llevó a escribirlo?
Andrés Duprat: Creo que el escribir la obra fue un ejercicio de sabiduría en lugar de matar al vecino con el que tuve el problema. El perfil del vecino en el film tiene que ver con el del mío en la realidad, un señor al cual yo no conocía. La situación era similar: yo tenía autoridad como para decirle al tipo que no podía hacer eso y el, igual que Víctor en el film, me respondía con varias líneas que están en el texto de Daniel como «yo nací acá y me voy a morir acá» o «no, si no se puede no se puede«. Me venció en muchas batallas, no desde el sentido intelectual sino desde otro lado. Lo que para cualquier persona sonaba razonable como «es mi propiedad privada» o «no puedes tener vistas a mi casa«, pues él se las ingeniaba para descolocarme. En un principio se lo conté a Mariano y a Gastón como un problema para que me ayudasen a arreglarlo. Cuando lo escucharon me dijeron que escribiese el guión para adaptarlo. No sé si el vecino vio alguna vez la película, no se lo dije nunca…
Daniel Aráoz: Creo que no la vio.
AD: De vez en cuando me saluda cuando me ve.
DA: ¡Por eso creo que no la vio!
P: ¿Cómo hizo su personaje?
DA: Traté de hacer mi personaje de forma original. Estábamos filmando en un museo ya de por sí, por lo que quería romper, hacer un hueco en ese lugar. Trabajé muchísimo el personaje con los directores. Rafael y yo fuimos aportando ideas para conformar el dúo. Fuimos construyendo y filmando la película secuencialmente a la vez que íbamos trabajando sobre los personajes. Incluso Rafael era igual que Leonardo; que si no podemos fumar…que si le molestaba… al final del día ya estaba diciendo «me ahogo«… anécdotas al fin y al cabo. Aprovechábamos todo lo que no nos gustaba del otro.
P: ¿Y el personaje del tío Carlos está basado en alguien, o es ficción?
AD: Es verdad, eso pasó. Como yo no podía hablar con el vecino, le toqué el timbre, no estaba y justamente estaba su cuñado que era como medio tonto. Ahí sentí que me envalentoné, le dije todo lo que no le podía decir a mi vecino.
P: ¿Qué es lo que hizo que los directores decidieran adaptar su historia?
AD: Esa pregunta merece un poco de historia. Pues, en realidad, el mismo equipo hizo una película anterior llamada El Artista con mi guión original. Era una película que transmitía una mirada sobre el mundo de las artes visuales contemporáneas. Ahí fue cuando a mí se me ocurrió que, en lugar de escribir un ensayo de arte, podía utilizar otro formato diferente y más popular como el cine. Justo lo que yo criticaba del arte contemporáneo era su hermetismo, el que solo fuera para determinados tipos. Creo que el cine tiene un formato que es lindísimo. La gente va al cine, se enoja, le gusta, no le gusta, pero es una cosa muy democrática y popular. Lamentablemente, la literatura está quedándose un poco atrás, la gente cada vez lee menos creo yo.
P: ¿Por qué el uso de la ventana como escenario principal?
AD: Lo de la ventana en la casa es como una excusa para que se conozcan y hablen dos personas que no se hubieran conocido de otro modo. Leonardo no permite esa mirada del otro sobre su mundo ideal. Cree que es su mundo ideal, que tiene una familia perfecta: una hija que no le habla y una mujer que es un vinagre. No soporta que su mundo esté expuesto a los ojos del otro. Creo que la película tiene muchas aristas en este sentido. Por ejemplo, cuando él ve que Víctor está solo y que tiene una relación con una chica, enlaza eso en una escena patética con la alumna, la cual emula la envidia que tiene de la libertad de Víctor.
Incluso, se discutió mucho la última escena en la cual se cierra la ventana. La película empieza con alguien rompiendo la ventana y termina con la ventana tapada. Ahora, lo que no queríamos es que se creyese que el conflicto lo crea la ventana. El conflicto no termina cuando se tapa la ventana, sino que queda abierto igualmente. Los problemas que Leonardo tenía, siguen estando ahí. Por eso hay un último chiste en los créditos: la voz de Víctor dando la receta del jabalí. El problema continúa.
P: ¿Se podría decir que es una película que refleja el problema de las clases sociales?
AD: Sí, refleja el problema de ciudades como Argentina y Madrid. En la ciudades hay como capas mezcladas, salvo en los barrios cerrados que se están haciendo ahora. Está el ejemplo de un tipo como Leonardo, talentoso, refinado, diseñador, que se mueve en un mundo que no es compatible con el de Víctor. Creo que lo que pasa es que en la película se da el encuentro entre una persona snob y educada como Leonardo y otra más rústica como Víctor. Por eso es insalvable esa unión. A Víctor no le molesta que los demás puedan ver su vida a través de la ventana. En cambio a Leonardo, le desestabiliza.
DA: Creo que sí hay una lucha de clases sociales en la película y en nuestra vida. Hay ciertas personas que solo por su fachada nos empiezan a resultar sospechosas. Tenemos miedo de algunas personas por como visten, su mirada, etc. El 90% de las veces o más nos equivocamos juzgando o pensando que alguna persona en la calle nos va a hacer daño y eso tiene que ver con la lucha de las clases sociales. Después, el hecho de que el personaje viva en un museo ya es demasiado para alguien, por lo general nadie vive en un museo. Y eso le da una visión a la película que tiene que ver con un cuento donde se enfrentan las clases sociales. Es verdad que Víctor es un personaje muy pasional, desencajado, pero finalmente demuestra que jamás haría daño a nadie, mientras que Leonardo toma una expresión capitalista desde el principio de la película.
P: Al hilo de esto… ¿Cómo cree que puede competir el cine independiente con el comercial?
AD: Creo que es muy complicado competir con estos blockbusters norteamericanos. Para mí el 99% de las películas americanas me parecen la misma. Hay edificios con paneles enormes que tienen la cara de Tom Cruise y a mí me da por preguntarme, ¿cuánto vale esa campaña publicitaria? Por lo menos vale para hacer 28 películas de las nuestras. De todos modos, el cine, y no digo estos blockbusters, es muy popular incluso por carriles ilegales. Siempre se consumen películas.
La literatura se ha perdido. La gente no tiene tiempo para leer actualmente o solo leen unas pavadas pasatistas y no quieren meterse en otros temas. La verdad es que yo no sé cómo se le podría dar más visibilidad al cine independiente.
DA: La industria convive más con determinadas películas que tienen en su distribución. Hay una reiteración, como dice Andrés, los espectadores prefieren ver algo conocido que algo por conocer. Me cuesta mucho ver el cine comercial. Me pasaba de pequeño con mi Papá que él me decía: «Ahora va a pasar tal cosa» y pasaba siempre lo mismo. Y sigue pasando. No ha cambiado. Las anécdotas siguen siempre una misma línea. El cine independiente contribuye al cine de manera intelectual. Hay películas que se exceden y que a uno le cuesta entender. Vivimos en una época en la que consumimos muchas cosas y no podemos permitirnos ver una obra de arte tranquilamente. Vamos a los museos y vemos todo muy rápido. En el caso de El Hombre de al Lado, se hace una conjunción del cine independiente con un conflicto identificable, un drama social. Es una película que te atrapa.
P: La casa del film es una obra de Le Corbusier, uno de los arquitectos más influyentes del siglo XX, ¿cómo fue rodar en una obra de arte? ¿Influyó de alguna manera?
AD: Sí. La verdad es que es una casa muy fría y muy afín al personaje de Leonardo, o sea, la casa es muy racional, privilegia lo funcional. Todas las medidas están estudiadas ergonómicamente para el movimiento del hombre y no tiene techos altos porque no es necesario. Si una persona mide 1’80, ¿para qué quiere una casa que mida 3’70? Creo que es una casa muy acorde al perfil del personaje de Leonardo, que también es un tipo muy racional, adaptado al mundo global y con una relación muy fría con sus amigos. Es un tipo solitario.
P: La película está plagada de silencios. ¿Por qué ese juego de silencios y ruido ambiente constante en el film?
AD: Hay una frase de João Gisberto que dice: «Si no tienes algo más importante que decir que romper el silencio, no lo digas«. A veces hay una especie de horror vacuo de llenar algo que suena a vacío. Creo que es un hallazgo de los directores y de los intérpretes el trabajar con el silencio y no explicitar una situación angustiante como, por ejemplo, la de la escena final que creo que no merece ese subrayado porque está bien relatada visualmente.
P: En la película hay dos escenas de una mano con botas bailando encima de comida, ¿qué quisieron decir con ello? ¿Por qué está en la película?
DA: Desde un principio se trabajo en una combinación artística. Contamos con la colaboración de Carlos Herrera, un artista visual muy reconocido que acaba de ganar un premio. Y también con las pinturas de artistas muy conocidos como León Ferrari… Todo lo que había ahí, todo lo que se respiraba, tenía que ver con algo del mundo del arte.
AD: Queríamos buscar una conexión entre Víctor y la hija de Leonardo. Se nos ocurrió que Daniel utilizase la ventana como una forma de teatrito y ahí encargamos a Carlos Herrera que nos dirigiera dos números para la película. Ese mundo creado por Herrera, el cual me fascina desde el punto de vista de espectador de arte, es un mundo aniñado pero que también tiene cierta perversión: los movimientos de los dedos con las botas puestas que parecen bailarinas de cabaret, la banana, todo es como muy vulgar a la par que gracioso. Es un gesto tierno, como que juega con la niña y ella se ríe también. Es como el lenguaje que encuentra Víctor para entablar relación con la niña.
P: ¿Cómo se sintieron después de haber terminado este film?
AD: Lo que yo te puedo decir es que estoy contento con el resultado, lo cual no es habitual en los guionistas. Somos un equipo, creo que, en general, los directores y los actores mejoraron la idea original que yo tenía. Me da como cierto orgullo el haber colaborado en una cosa que de verdad me gusta. Cuando escribí el personaje de Víctor no era tan bueno como luego lo hizo Daniel y lo mismo con los directores, el cómo está filmada la casa, cómo se convierte en un tercer protagonista de la película… Estoy muy contento con el resultado.
DA: En mi caso, me siento aliviado de haber hecho un trabajo que contribuye a contar algo que es parte de la vida. Vengo de otro lugar, de hacer televisión y teatro y el cine era una asignatura pendiente. Este grupo me dio la posibilidad de poder concretar este trabajo, de hacer esta obra artesanal de mucha concentración y manejo de energía. Esta colaboración me ha dado dos premios en la industria de mi país, el Cóndor de Plata a mejor actor y además, otros dos premios en Lleida (Cataluña) y Montreal (Canadá). Yo también estoy contento.
Fotos: RJ PROUS
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